viernes, 21 de diciembre de 2018

Falacias argumentativas de la creencia religiosa

Un argumento habitual, y no solo en conversaciones vulgares, también en artículos de opinión en ciertos medios, que deberían ser un poquito más rigurosos, es que grandes pensadores y científicos ateos en la historia acabaron convirtiéndose al estar a punto de espicharla. Desde que tengo uso de razón, llevo escuchando esta cantinela atribuida especialmente a autores que dieron un golpe mortal a la creencia religiosa; es el caso, por citar a los más conocidos, de Voltaire, Marx, Niezsche o Darwin (últimamente, algo he oído también de Sartre).

Recuerdo una entrevista a otro lúcido ateo, Bertrand Russell en el que se le recordó esa supuesta conversión de tantos infieles; el filósofo y científico torció el gesto para, sencillamente, afirmar que era muy poco honesto por parte de los creyentes utilizar hechos que no eran ciertos. Por supuesto, la estadística hace que, muy probablemente, haya habido alguna que otra conversión de ateos ilustres, pero seguro que no entre los citados y seguro que no de una manera mayoritaria ni excesiva. En cualquier caso, si cualquiera de esos ateos, cuya obra es de una importancia extrema para la historia de la humanidad (y ahí está el quid de la cuestión, no en lo que pudiera pasar por su mente en sus últimos momentos), se hubiera convertido, pienso sinceramente que no significa nada. Y no significa nada para alguien, sea ateo o no, honesto y cultivado que no está en una desesperada búsqueda de confirmación de sus creencias.

domingo, 16 de diciembre de 2018

A vueltas con la ciencia


En la filosofía posmoderna, que ya adelantamos que resulta la mayor parte de las veces un fárrago de mucho cuidado en el que no vamos a incidir, se considera que la ciencia es simplemente un “discurso” más insertado en una determinada cultura, en este caso la de los valores occidentales.

Aunque resulta difícil de creer a priori que alguien considere esto como cierto, se viene a decir que el conocimiento científico viene a ser equiparable a la construcción de mitos de otras culturas, ni más ni menos válido. Frente a la afirmación de que resulta posible acercarnos a un conocimiento objetivo, nos dicen ahora que todo es más o menos relativo, resultado de una determinados prácticas sociales y políticas. Bien, esto explicaría, al menos en parte, por qué en las sociedades “avanzadas” (no repriman ustedes la risa por el epíteto) proliferan toda suerte de discursos y remedios alternativos, que nos prometen una salud y una existencia envidiables, y que se insista tantas veces en la división entre el conocimiento occidental y el oriental.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Coach ultraespiritual

De unos años a esta parte, hemos oído con frecuencia las palabras coach y coaching; inundan por doquier nuestra vida y parece que es inevitable caer tarde o temprano en manos de algún listillo que nos va a enseñar las técnicas adecuadas para no se sabe muy bien qué (hacer un cursillo, vamos), si a eso le añadimos alguna suerte de espiritualidad, ya obtenemos nuestro máster superior tan auténtico como el de los políticos.

Como es lógico, en una sociedad que prima el éxito (a pesar de lo penoso que resulta caer en ella, una y otra vez, en crisis de todo tipo; ¡como somos los seres humanos!), estos tipos que nos venden el adiestramiento adecuado para lograr un objetivo tienen su nicho de mercado (¡y de qué manera!). Seguramente, y solo digo seguramente, la mayoría de estos coach lo que nos venden son cajas de humo envueltas de perogrulladas.

¿Qué ocurre cuando aparece en nuestras vidas un coach que, además, asegura ser 'sanador espiritual'? Sencillamente, que una vez más logra engañar a más de un incauto ávido de una vida plena de luz y energía. Sin embargo, la cosa tiene todavía una vuelta de tuerca más: frente a la pseudoespiritualidad, la ultraespiritualidad. No sé, no sé, estoy planteándome si lo que nos dice J.P. Sears pueden ser "verdades como puños". Vean y escuchen, y juzguen por sí mismos…



viernes, 23 de noviembre de 2018

Subjetividades por doquier

Las observaciones subjetivas contaminan cualquier problemática humana. Si a esto le añadimos otros muchos factores, resulta francamente difícil a priori evaluar si determinada terapia es o no válida (eso, en el caso de la medicina alternativa, no hablemos ya de otro tipo de "experiencias") .

En no pocos casos, queremos ver una asociación donde lo más lógico es que no la haya; si tengo un dolor, lo más probable es que la molestia remita sin más (la consabida "regresión a la media"); sin embargo, si hemos tomado algún médicamento, o llevado a cabo determinada terapia, la asociación automática es inmediata. El mercado está plagado de todo tipo de soluciones "mágicas" para la salud, la belleza, el bienestar espiritual, en definitiva, las promesas de una vida mejor. Y cuando digo mercado, me refiero al oficial… y también al alternativo, que aspira a ser oficial, por supuesto.

sábado, 17 de noviembre de 2018

¿Lo oficial contra lo alternativo?

Atacar la homeopatía, como uno de los insignes representantes de la llamada "medicina alternativa", es ya un lugar común. Es decir, es habitual afirmar, con algo de tono jocoso, que el supuesto médicamento homeopático no es más que un compuesto de agua con azúcar.

Eso sí, un remedio el de la homeopatía que tiene como el resto de medicamentos un precio en el mercado, y con una alusión a un supuesto principio activo tan diluido que parece inexistente. Como deberíamos saber, para que un medicamento resulte efectivo hay que tomar una dosis mínima que resulte efectiva, lo que se define como superar un umbral de dosis a partir del cual puede haber efecto farmacológico. Para sustituir esto, los homeópatas suelen acudir a explicaciones bien algo fantasiosas, bien repletas de términos científicos abstrusos. Como a cualquier otro terapeuta y científico, habría que exigir una explicación clara y coherente sobre el principio activo que puede curarnos. Decir que la homeopatía que nos venden en las farmacias no es más que agua con azúcar es, efectivamente, un lugar común insuficiente para los que siguen creyendo en la bondad de sus resultados, lo mismo que afirmar que sus beneficios no son superiores a los del llamado efecto placebo.

sábado, 10 de noviembre de 2018

A vueltas con la homeopatía

La cosa con la homeopatía está más revolucionada que nunca. Diversas asociaciones, médicas y de defensores del paciente, piden una actuación legislativa clara contra las pseudoterapias, lo cual ha sido visto, como no podía ser de otra manera, por ciertos defensores de "lo alternativo" como una especie de "caza de brujas". En mi opinión, y no digo que yo esté de acuerdo con esa nueva legislación, uno es un ingenuo que cree más en la educación, una vez más, se tergiversa el debate para desviar la atención sobre lo evidente: que ciertas terapias no presentan validez alguna, no muestran beneficio alguno más allá de un efecto placebo notablemente malentendido. Las estadísticas del placebo, que hay que insistir en que no es ninguna terapia, por lo que no puede defenderse como tal, y por lo tanto no cura enfermedad alguna, son los son, equiparables al supuestos beneficio de la homeopatía. A no ser, claro está, que quiera creerse otra cosa. Sea como fuere, es éticamente cuestionable vender el placebo como una solución médica, tan sencillo como eso. Para mí, realizar tal cosa, aunque pueda producir alivio de algunos síntomas a corto plazo, nos introduce en cuestiones controvertidas: refuerzan ciertas creencias, que acaban siendo muy negativas, como el hecho de pensar que una solución simple termina por solucionar un problema verdaderamente grave.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Edzard Ernst, un científico en el país de las maravillas

Edzard Ernst, formado en Alemania, aunque ciudadano británico desde 1999, es catedrático de medicina e investigador especializado en el estudio de la medicina alternativa. No entraré en detalles sobre su currículum, ya que suele ser objeto de sospecha según las simpatías de cada uno y tampoco pretendo evidenciar de manera simple que se trata de una autoridad en la materia. Diremos, al menos, que está al frente de la revista Focus Alternative and Complementary Therapies y que escribe de forma regular en el diario The Guardian. Se le considera uno de los azotes actuales contra la medicina alternativa y trata de hacerlo desde una perspectiva basada en la evidencia. Para los que pueda acusar a Ernst de defender la medicina oficial del sistema, recordaremos su enfrentamiento nada menos que con Carlos de Inglaterra, al ser este un consumidor y defensor de la homeopatía y de otras terapias alternativas. El príncipe, junto a su madre, lograron presionar lo suficiente para que la homeopatía fuera incluida en el sistema de salud británico. Después de que Ernst dijera que la homeopatía es sencillamente una pseudociencia, sin más beneficio que el efecto placebo, el aspirante a monarca logró apartarle de su cátedra en la Universidad de Exeter.

viernes, 26 de octubre de 2018

Creyentes, ateos, agnósticos…

Cuando proclamamos nuestro ateísmo, y a pesar de los muchos avances que se han producido en los últimos tiempos para expresarse libremente y que los demás comprendan nuestra postura, todavía se producen no pocos problemas. En primer lugar, y vamos a referirnos a conversaciones de lo más coloquiales, el ateísmo del que hacemos gala no es una mera ausencia de fe; sin preconizar lo que en algunos medios se ha llamado ateísmo fuerte (es decir, la negación tajante de que algo llamado Dios exista, juego donde no entramos por motivos que esperamos queden claros), sí consideramos que nuestra negación es fuertemente combativa (es decir, consideramos que la negación o aceptación de ese ser supremo condiciona la conciencia personal y social de los seres humanos).

Nuestras creencias (de todo tipo, ya que el ateísmo también puede conllevarlas), no dejaremos de repetirlo, están fuertemente influenciadas por circunstancias y ambientes de todo tipo, además de por determinadas condiciones terrenales de la existencia; el viejo Marx seguro que tenía razón, la fe religiosa es en muchos casos un alivio ante una vida demasiado penosa. Más adelante volveremos sobre esto, no nos alejemos ahora de una lectura más superficial de las creencias (o descreencias).

domingo, 7 de octubre de 2018

Actitudes dogmáticas

Una de las características del ser humano es que, gran parte de nosotros, afortunadamente no todos ni siempre, cree estar en la razón más o menos absoluta; lo más paradójico de esta actitud es que el razonamiento de la persona categórica, por norma general, es que es "el otro" el verdadero dogmático.

Habitualmente, se escuchan afirmaciones tajantes en las que pretendemos demostrar nuestra independencia de criterio, nuestra falta de papanatismo o nuestra ausencia de dogmas, sin caer en que toda esta verborrea demuestra ya una considerable dosis de dogmatismo y una nada estimable ausencia de autocrítica. En mi opinión, resulta imposible una absoluta independencia de criterio, ya que los condicionantes son innumerables, por lo que solo dejar un margen para la duda, junto a una sana dosis de autocrítica, puede ayudarnos a no ir por la vida sentando cátedra ni afirmando verdades absolutas (que, como cualquier otra fantasía humana, no existe y el propia concepto de "ciencia exacta" ya es cuestionable, aunque eso ya es parte de un debate más especializado). Con muchos matices intermedios, podemos reducir el dogmatismo a dos actitudes: está el que apela a la sabiduría, y normalmente se considera varios grados por encima del resto de los mortales, y está el que sencillamente repite lo que dicen otros que a su vez considera los verdaderos sabios (por lo tanto, esta actitud resulta una suerte de papanatismo).

martes, 2 de octubre de 2018

¿Es el ateísmo contrario a la religión?

El concepto de religión es posible que surja tal y como lo conocemos en un contexto judeo-cristiano, y ahí es donde más se reflexiona sobre él. Sin embargo, habría que preguntarse qué entendemos exactamente por religión desde el ateísmo y la libertad intelectual.

William Alston menciona las siguientes características que dan lugar a la religión: (1) creencia en seres sobrenaturales; (2) diferenciación entre objetos sagrados y objeto profanos; (3) actos rituales relacionados con los objetos sagrados; (4) un código moral sancionado por los dioses; (5) sentimientos religiosos característicos (temor reverencial, sensación de misterio, sentimientos de culpa, adoración), idealmente relacionados con dioses, que suelen aflorar en presencia de los objetos sagrados y durante el ritual; (6) oraciones y otras forma de comunicación con los dioses; (7) una visión o idea general del mundo holística que incluye al individuo, y que acaba justificando la idea de que el mundo cumple un propósito general (en el que, obviamente, está incluido el propio individuo); (8) una organización más o menos completa de la vida basada en esa visión del mundo; (9) un grupo social unido por la trascendencia.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Relativismo y dogmatismo en la historia


Indagamos esta vez en la historia de la filosofía para averiguar por qué pensamos como lo hacemos en la actualidad; para ello, nada mejor que la gran controversia entre los relativistas (favorecidos en época temprana por escépticos y sofistas) y los dogmáticos (y su idea de verdades absolutas), cuyo pensamiento se nos hace tan rechazable; ¿caemos con ello en el mero relativismo?

Lo que hoy somos y pensamos, al menos en lo que se conoce de manera cuestionable como civilización occidental, pienso que es una consecuencia de siglos de historia. Es por eso que si queremos indagar en esta controversia sobre el relativismo hemos de remontarnos a la Grecia del siglo V (antes de la era impuesta por los cristianos). En ese tiempo se iba fraguando un tipo de racionalidad bien diferenciada de la sustentada en el relato mítico, basada en la observación, la reflexión y la argumentación. Las primeras preguntas se establecían en torno a la naturaleza del mundo y su origen, hasta que Sócrates amplió las cuestiones al campo del conocimiento y de la ética (una especie de giro reflexivo hacia el interior del ser humano). En ese tiempo vivieron también los sofistas, como Protágoras o Gorgias, que consideraron que nada "es" en "sí mismo" y todo es relativo al ser humano. Según esta visión, no se puede apelar a un criterio sobrehumano para establecer una Verdad ni tampoco para solventar una controversia entre puntos de vista confrontantes. No hay ningún punto de vista que sea más verdadero que otro; según Protágoras, todos son equivalentes entre sí respecto a su grado de verdad. Es famosa la frase de Gorgias, "si algún ser existiera, éste seria incognoscible", o lo que es lo mismo, lo que conocemos no son seres, sino lo que nuestro propio conocimiento establece como seres.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Religión, modernidad y ateísmo

No hace tanto que la religión se consideraba un proceso casi natural en el pensamiento humano. Muchos autores han mencionado el pasaje de Marx en el que habla de la religión como  consuelo de los oprimidos, "el opio del pueblo"; se trata de un texto muy citado, pero tal vez no lo suficientemente entendido: son los males del mundo terrenal los que provocan que las personas busquen consuelo en creencias metafísicas.

No obstante, a pesar de que puede decirse que la falta de certeza, los miedos y las angustias forman parte de la condición  humana, esa función de consuelo ejercida por la religión es muy diferenciable del deseo por conocer el mundo propio del saber científico. Podemos utilizar como antídoto, frente a las grandes verdades e ideas inmutables presentes en las religiones, una forma extrema de pensamiento crítico, el permanente anhelo de hacerse preguntas en aras de mejorar cualquier ámbito humano. La religión volvió con inusitada fuerza ya a finales del siglo XX, pero a principios del XXI el debate sobre el ateísmo está a la orden del día y resulta más importante que nunca para una sociedad laica y con plena libertad de conciencia. Como afirmaba recientemente Fernando Savater, la cuestión no es ya qué religión es la verdadera, el auténtico debate debe tratar sobre si la religión es o no perniciosa.

jueves, 6 de septiembre de 2018

La correlación entre inteligencia y religiosidad

Desde comienzos del siglo XX, los estudios sobre la correlación entre inteligencia y religiosidad se suceden. Las conclusiones a día de hoy parecen ser que las personas más inteligentes acaban apartando definitivamente la religión y la idea de Dios (o de dioses).

En cualquier caso, para que se comprenda bien, y nadie se ofenda a las primeras de cambio, diremos que no es una cuestión simple en la que tengamos que ver a listos y tontos. Inteligencia es un concepto amplio, y normalmente lo reducimos con insultante torpeza; podemos decir, grosso modo, que aludimos más a la capacidad intelectual de alguien (conocimiento, capacidad de comprensión, uso de la razón para resolver problemas…), que resulta perfectamente producto, en gran medida, de la educación y el adiestramiento (en mi opinión, no tanto de condiciones innatas). Por supuesto, la inteligencia tiene muchas lecturas, en diferentes ámbitos de la vida, lo mismo que va unida a una determinada actitud personal, que a menudo encuentra muchos obstáculos para hacer que evolucionemos y sigamos expandiendo nuestro horizonte intelectual. Entre esos obstáculos, puede que se encuentre la fe religiosa, aunque sea perfectamente comprensible que tantos seres humanos acudan a ella en el mundo; personas acorraladas por la necesidad física y, como consecuencia, espiritual.

sábado, 25 de agosto de 2018

Por qué creemos en cosas raras

Ese es el título de un libro de Michael Shermer, subtitulado Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo.
Correspondiente a esa obra, repasamos a continuación algunos de los factores que inducen a las personas a creer cosas más que raras, los cuales son incluidos en la categoría de "lenguaje pseudocientífico":

Las anécdotas no constituyen una ciencia
Las anécdotas —las historias que se cuentan para apoyar una afirmación— no constituyen una ciencia. Sin testimonios de otras fuentes que las corroboren, sin pruebas físicas de algún tipo, diez anécdotas no valen más que una sola y cien no valen más que diez. Quienes cuentan una anécdota son narradores humanos falsables.

El lenguaje científico por sí solo no constituye una ciencia
Vestir un sistema de creencias con los atavíos de una ciencia recurriendo al lenguaje y a la jerga científicas, como en «ciencia de la creación» no significa nada sin testimonios, pruebas experimentales y corroboración. Como en nuestra sociedad la ciencia está investida de un gran poder místico, quienes desean respetabilidad, pero carecen de pruebas, intentan llenar lagunas buscando una apariencia y un lenguaje «científicos».

domingo, 19 de agosto de 2018

El problema de la religión

Las divinidades son una creación de los hombres, de su necesidad de entendimiento cuando el Logos, la Razón, las palabras, no alcanzaban. Hay quien, aceptando esto, se declara agnóstico; el que subscribe, que se declara ateo sin ambages, está por supuesto muy de acuerdo con algo que, sencillamente, nos dicta la lógica, la razón y toda evidencia.

Hace años, era yo bastante más joven, declaraba firmemente mi agnosticismo, a lo que cierta persona me espetó irónicamente que un agnóstico era un creyente recuperable. Me indigné ante semejante afirmación y creo que llegué a argumentar que tal vez los ateos tenían, en su negación, una actitud semejante a los que sostenían la existencia de una deidad. Vamos, que su actitud categórica era complementaria. Hoy pienso tan diferente -no sé si llamarlo consistencia ideológica, o qué coño llamarlo-, que me declaro ateo sin reservas, palabra que me parece mucho más diáfana y que, claro que significa que niegas la existencia de la divinidad (como se niega todo aquello de lo que no evidencia alguna), pero sobre todo que te alejas del dogmatismo y que deseas seguir haciéndote preguntas.

martes, 14 de agosto de 2018

Escepticismo y autocrítica

Como ya hemos dicho en otras ocasiones el mundo escéptico y crítico peca no pocas veces de cierta soberbia y, lo que es peor, realiza una lectura de la realidad más que simplista cuando trata de explicarse por qué la personas siguen acudiendo a tantas creencias y terapias seudocientíficas. Así, la explicación que suele darse es la ignorancia sobre cuestiones científicas, así como sobre la metodología para concluir si un conocimiento es o no verdadero.

Esto es así, solo en parte. Es cierto que existe ignorancia y pocas ganas de combatirla cuando, por determinados mecanismos, el ser humano se acoge a una creencia tantas veces adornada con terminología seudocientífica. No obstante, insistimos, es una lectura sesgada de la realidad; resulta mucho más interesante dar un paso más e indagar, precisamente para tratar de combatirlo de verdad y buscar mejores soluciones a los problemas humanos, en por qué las personas acaban confiando en este tipo de prácticas, si no creyendo de forma dogmática.

jueves, 2 de agosto de 2018

¿Ateísmo posmoderno?

La posmodernidad se suele entender como el fracaso de la Modernidad, es decir, el fin de todo proyecto y normativa global y totalizante. Es por ello que en el terreno de la religión, se trata de un rechazo máximo a la idea de Dios, por lo que tantas veces se menciona a Nietzche como el precursor de la posmodernidad.

El ateísmo, al que hay que observar como una parte de las ideas antiautoritarias, inauguró una corriente moderna radical con Feuerbach en la que se trató de invertir los postulados teístas, al considerar que Dios había arrebatado los valores y la libertad al ser humanos, para tratar de divinizar a la humanidad. El lugar central de Dios vendría a ser ocupado ahora por el hombre y el ateísmo liberaría al hombre de la concepción alienante de la religión y la creencia sobrenatural. Como he dicho, se trata de una radicalización de los ideales modernos: la emancipación humana se apoyaría en la razón, de base sobre todo científica, y en una organización justa, solidaria e igualitaria. Desde la perspectiva actual, y con el desarrollo paralelo a la Modernidad de la dominación económica capitalista (proyecto autoritario y totalizante, por mucho que se presente con un barniz de liberalismo), hay que ser crítico con esa concepción absolutista de la razón, apoyada en una ciencia que ha estado al servicio de grandes horrores en las disputas humanas. A mi modo de ver la cosas, y aunque se pretende desde el

domingo, 22 de julio de 2018

Psicologías de pacotilla

Normalmente, se considera que la psicología nace como ciencia en el siglo XIX, cuando numerosos autores intentan despojar al estudio de la mente de la especulación y la metafísica, y situarlo de esa manera junto a otras ciencias objetivas. Tal vez simplificando en exceso, puede hablarse de dos grandes ramas en la psicología moderna: la instintivista, que tiene claramente su punto de partida en Darwin y su fundamento en los instintos como motivación humana, según la cual cada conducta tiene un motivo, y cada motivo es innato en el hombre; y la conductista, que sostiene lo contrario, no existe nada innato en el hombre, todo es consecuencia de las circunstancias sociales y de la manipulación (de la familia o de otros hombres).

Puede decirse que ambas corrientes son deterministas, la instintivista y la conductista, ya que el hombre estaría condicionado, bien por condiciones biológicas, bien por circunstancias sociales, aunque el conductismo triunfara en mayor medida a lo largo del siglo XX pudiendo afirmarse que se reemplazó el estudio de la mente por el de la conducta. En la segunda mitad del siglo pasado, entra en juego la psicología cognitiva, que reúne a especialistas de diversas disciplinas científicas y en la que entra en juego de nuevo el estudio de los procesos mentales, aunque aceptando la herencia del conductismo y teniendo en cuenta siempre los presupuestos científicos (lo empírico y lo objetivo). Algunos son optimistas con la evolución de la psicología cognitiva, que daría frutos magníficos sobre el estudio de la mente humana, aunque hay que tener en cuenta siempre otros factores concurrentes en la cuestión individual (íntimamente relacionada con lo social). En cualquier caso, sí parece importante discriminar lo que está legitimado científicamente de aquello que podemos llamar pseudosicología en la era posmoderna (o en esa cosita tan irritante que llaman New Age). Veamos unos cuantos ejemplos.

sábado, 14 de julio de 2018

La filosofía, con horizonte ilimitado

Todo es movimiento en la vida, flujo y reflujo, y deberíamos rechazar las tramposas falacias de los los "lugares de placidez"; Albert Camus dijo: "pese a todo, hay que imaginar a un Sísifo feliz, su recompensa no está en culminar la meta, sino en el propio esfuerzo desplegado para caminar hacia una meta que sabe inalcanzable".

Deberíamos tener presente, de manera constante y no necesariamente con un "programa" apriorístico, ese "proyecto revolucionario" (por llamarlo de algún modo) que implica una mejora constante en nuestras vidas y que se muestra en permanente tensión ante lo instituido del mundo sociopolítico y ante las certezas de todo pensamiento. Es el anarquismo, en su perfecta síntesis entre sus orígenes modernos y su futuro posmoderno, el movimiento que mejor asume la falta de asideros de esta época. Porque esa, en principio, falta de seguridad y estado de confusión permanente que supone la posmodernidad parece anular los postulados de la modernidad. Sin embargo, todos somos herederos de aquella época y de sus pretensiones. Seguimos observando tremendos desastres en el mundo, debidos especialmente a la dominación política, y la falta de un terreno firme donde desenvolvernos puede ser motivo para la esperanza.

martes, 26 de junio de 2018

Decálogo de manipulación del poder

Existe un decálogo sobre las manipulaciones del poder y sus medios, atribuido a Chomsky, aunque no estoy seguro que sea de él (hoy en día, Internet difunde falacias con tremenda facilidad). En cualquier caso, y por mucho que detestemos a priori los decálogos, lo importante es profundizar en las cosas, por lo que echemos un vistazo a cada uno de sus puntos. No hay ánimo alguno de ser fiel a su desarrollo y añadiremos algunas cosas de cosecha propia.

martes, 19 de junio de 2018

A vueltas con la televisión y los factores manipuladores

La televisión, junto con el resto de los medios, incluidas las nuevas tecnologías que tanto han fomentado la inmediatez y el rápido ólvido, forman parte de un mundo donde la información, de un modo u otro, consciente o inconscientemente por parte de los que la producen, es constantemente deformada. Como no puede ser de otro modo, es necesario mantener la mirada y el espíritu crítico ante un mundo en el que quizá, a pesar de la ilusión de libre circulación, la manipulación esta servida.
 
Que los medios, y muy especialmente la televisión, son en gran medida una maquina de desinformación y, consecuentemente, de manipulación de la opinión de las personas, es una cosa (que, en alguna ocasión, se ha tratado en este blog). Otra muy distinta, en la que podríamos caer los que tenemos posiciones ferozmente críticas sobre la alienación que produce la tecnología y los medios en manos del interés económico y político, es atribuirle todos los males del mundo. Hay quien ha dicho que esta visión es producto de un viejo esquema de pensamiento sobre lo que representa la transmisión del saber: un emisor (persona o institución), como fuente del saber y utilizando una canal de información, y un receptor, que recibe y registra la información de forma transparente y sin obstáculo alguno. Así, para que este sistema funcione solo es necesario que la fuente sea fiable, sinceridad en lo que se transmite y verificación sólida de la información. Si nos adentramos en el terreno de la moral, es decir, obligación del que porta el saber de transmitirlo a los otros, la cuestión se convierte en un deber solidario.

jueves, 14 de junio de 2018

A favor y en contra de los prejuicios

Hoy, vamos a ser provocadores. No es que no lo seamos en prácticamente todas las ocasiones, ya que nos empeñamos en buscar reacciones en los demás (¿no es eso provocar?), pero esta vez lo vamos a ser de una forma muy directa. Vamos a hacer una especie de apología del 'prejuicio', de cierta concepción del prejuicio por supuesto, y lo vamos a criticar ferozmente por otro, cuando se trata en realidad de una certeza previamente concebida.

En algunas ocasiones, hay que escuchar a determinadas personas asegurar que ellos no tienen prejuicios. Lamentable, muy lamentable. Cuando alguien asegura tal cosa, incapaz de ser consciente de que todos, absolutamente todos, nos formamos un juicio previo de alguna que otra cosa, hay que armarse de valor intelectualmente hablando. Aclaremos, por si no ha quedado todavía claro, que es inevitable tener ciertos sesgos en el acceso a la información, algo que da lugar a prejuicios (aunque no lo contemple así el protagonista, ya que él 'cree' estar en la verdad). Por lo tanto, 'prejuicio' según este punto de vista es en realidad una 'creencia'.

viernes, 1 de junio de 2018

Los problemas que conlleva la idea de Dios

El muy combativo ateo Michel Onfray declaró una vez que la creencia en Dios se asemeja a la de pensar que Papá Noel o Santa Claus existen. Aunque estas argumentaciones resulten atractivas y escandalicen en según qué contextos, no soy muy amigo de simplificar así la cuestión. Aunque solo sea por la implicaciones que tiene la idea de Dios, no resulta muy apropiado compararla con otras supersticiones y personajes de ficción.

A lo largo de la historia, el asunto de Dios ha preocupado tanto a los filósofos que, al menos, hay que esforzarse un poquito más si consideramos señalar lo absurdo de determinadas creencias. Frente a tanto desvarío en el debate, tanto juicio intimidatorio, tanto exhabrupto y tanto relativismo posmoderno, tal y como pide Fernando Savater en La vida eterna, es bueno acudir a los clásicos de la Ilustración. Veamos qué dice David Hume, en Historia natural de la religión: "El único punto de la teología en el cual hallaremos un casi universal consenso entre los hombres es el que afirma la existencia de un poder invisible e inteligente en el mundo. Pero respecto de si este poder es supremo o subordinado, de si se limita a un ser o se reparte entre varios, de qué atributos, cualidades, conexiones o principios de acción deben atribuirse a estos seres, respecto de todos estos puntos hay la mayor discrepancia en los sistemas populares de teología". Hume señala una primera condición, que el dios es invisible; la divinidad no sería ninguna de las cosas perceptibles de este mundo, sino su fundamento. Según este punto, tener mentalidad religiosa es sustentar lo que nuestros sentidos perciben en algo inverificable, pero que se considera imprescindible para explicar la realidad; se suele pensar que la divinidad interviene en el mundo, pero no se rige ni está obligada por las leyes naturales. Los ateos solemos ser, obviamente, materialistas, negamos un plano "espiritual", pero hay que ser cauto a la hora de forzar nuestros argumentos con peticiones de que la divinidad imperceptible se materialice de algún modo (estamos hablando, en tal caso, de "espiritismo", que deberíamos considerar igualmente absurdo).

martes, 22 de mayo de 2018

Pensamiento mágico

Como parece obvio a priori, el pensamiento mágico viene a estar fundado en un modo de razonar, o de pensar, carente de una sólida base lógica. En lugar de emplear una relación causa-efecto de un modo científico, tienen más peso en el pensamiento mágico ciertos factores de índole subjetivo, personal o psicológico. En otras palabras, se tiende a pensar que los propios pensamientos, palabras o actos influirán en la realidad de un modo causal, desafiando con ello las propias leyes naturales de tipo científico.

El ejemplo más evidente de pensamiento mágico es la superstición, aunque, ojo, la religión y cualquier tipo de pseudociencia, de forma más sutil si se quiere, también hay que considerarlos influidos notablemente por aquel. El pensamiento religioso ha querido verse como una especie de evolución del pensamiento mágico, pero los estudios más modernos tienden a pensar que no es tan fácil separar uno de otro. El sometimiento de la mente a una abstracción mediante la oración, como puede ser a alguna forma de deidad, no está tan distante del conjuro que puede realizar el practicante de algún tipo de hechicería. A pesar de las vueltas que quieren darle los autores religiosos, en un lenguaje habitualmente abstruso, que no hay que confundir nunca con inteligente, hay que recordar este sustrato del pensamiento mágico en la religión (si se quiere mencionar una fuente moderna importante al respecto, mencionaremos a Frazer y su monumental obra La rama dorada).

sábado, 5 de mayo de 2018

New Age, posmodernidad y creencias alternativas


En otras ocasiones, nos hemos referido a la posmodernidad y también a la pseudociencia (terapias alternativas, formas eclécticas de neoespiritualidad…), vamos a tratar ahora de vincularlas de alguna manera con los rasgos de esta época proclive al eclecticismo y a una suerte de creencias a la carta. El objetivo, como no podía ser de otra manera, es tratar de comprender cómo es posible que tantas personas sigan creyendo en cosas absurdas, contrarias a la razón, incluso irrisorias.

Hay que recordar que la crisis de la modernidad supuso la de los grandes relatos, ya fueran políticos, científicos, religiosos o filosóficos; ello explica que el llamado sujeto posmoderno se caracteriza por la atomización y por la falta de vínculos; así, buscaría con afán un relato, entendido como un discurso que legitime su existencia. Uno de los grandes males que caracterizan las sociedades "avanzadas" es el de la depresión, o cualquier otro tipo de dolencia psicológica, para el que la medicina convencional y científica no tarda, lamentablemente, en administrar psicofármacos. De forma paralela, se ha producido un sorprendente auge de todo tipo de hechiceros y terapeutas alternativos, con discursos pseudocientíficos, abiertamente esotéricos o, en gran parte de los casos, con una mezcolanza de difícil digestión.

sábado, 21 de abril de 2018

¿Pseudociencia o sencillamente anticiencia?

En alguna ocasión, he dedicado alguna entrada en este blog al término “magufo”, que alude peyorativamente a practicantes de pseudociencias y/o pseudoterapias, y en general a “creyentes” de todo tipo. Bien, ya expresé lo poco de mi agrado que es el término, empleado con tal simpleza, que el usuario se suele poner a un nivel de irracionalidad similar al de todo aquel que pretende hacernos comulgar con sus creencias absurdas, y además lo hace en nombre todo lo contrario.

Por desgracia, y supuestamente en nombre de la ciencia y del librepensamiento, dos conceptos tal vez no equiparables, pero que sí deberían ir de la mano, hay quien actúa de forma elitista e inquisitorial. Precisamente, lo que deberíamos tratar de combatir como herramientas imprescindibles para toda oposición al dogmatismo. Dicho esto, rechazada todo etiqueta insultante y simplista, me gustaría una vez más reflexionar sobre la pseudociencia y sobre ciertas terapias (que, efectivamente, no dejan de ser ‘creencias’, pero cuya relación con la ciencia es posible que a veces observemos de forma errónea). A menudo también aludimos, a la hora de juzgar ciertas teorías, al método falsacionista. Esto es, que la ciencia se dedica fundamentalmente, no a demostrar que algo es rigurosamente cierto, sino a “falsar”: si se demuestra que algo es falso, entonces hay que decir que no es científico. El falsacionismo, también criticado cuando se usa como método infalible, nos introduce en no pocos problemas, si queremos denominar “pseudociencia” a toda creencia o teoría, ya que no todas ellas se presentan utilizando reglas científicas. El ejemplo más obvio es la creencia en Dios (o en dioses), que va más allá de los meros hechos que puedan desmentirla. Es por eso que hay quien considera que ciencia y religión corresponden a ámbitos diferentes, regidos por normas distintas (no digo que sea, necesariamente, mi caso, aunque sí hay que tenerlo en cuenta). Dejemos a un lado lo que podemos llamar, estrictamente, creencia religiosa, aunque a veces las fronteras se diluyan cuando observamos a creyentes y prácticantes de todo tipo de terapias (más adelante, apuntaré sobre esto).

martes, 10 de abril de 2018

El miedo a la libertad

Erich Fromm escribió Miedo a la libertad, originariamente, en 1941; con esta obra, hizo un fundamental análisis de la relación del ser humano con la libertad, cambiante a lo largo de la historia, como demuestran las condiciones sociales y psicológicas para que emergiera el fascismo.

La modernidad, al menos en el mundo occidental, se ha caracterizado por el esfuerzo dirigido a romper las cadenas que atenazan a la humanidad, tanto en el ámbito político y económico, como en el espiritual. Podemos hacer una lectura en base a la lucha de clases, son los oprimidos los que tratan de conquistar nuevas libertades en directa oposición a aquella clase que quiere preservar privilegios. Erich Fromm consideraba que la aspiración a la libertad está arraigada en todos los oprimidos, los cuales expresan así un ideal que trate de abarcar a toda la humanidad. Sin embargo, esas clases que en una etapa luchan por su libertad frente a la opresión, acaban alineándose junto a los enemigos de la libertad al tener que defender los nuevos privilegios adquiridos. La lucha por la libertad está llena de obstáculos a lo largo de la historia, pero se convirtió en probable que el hombre pudiera gobernarse por sí mismo, pensar y sentir como le pareciera, y tomar sus propias decisiones. La abolición de la dominación exterior era una condición necesaria, aunque también parecía suficiente para alcanzar la plena libertad del individuo. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial, que muchos vieron como el último conflicto para la humanidad, dio paso a nuevos sistemas autoritarios y a la sumisión de la mayoría de los individuos. Lo que Erich Fromm concluye en Miedo a la libertad es que los fascismos no fueron producto de una falta de madurez democrática, ni únicamente una apropiación del Estado por elementos indeseables, sino que gran parte de una generación se mostraba deseosa de entregar su libertad, al contrario que sus padres que habían luchado por ella.

jueves, 29 de marzo de 2018

La ficción del cristianismo


Es Gonzalo Puente Ojea uno de los autores que más ha indagado en las falsedades históricas que representan las religiones y en las distorsiones de la razón que han supuesto. De ese modo, la historia de Jesús la califica de "impresionante ficción legendaria", sustentada en el Evangelio atribuido a Marcos. Es lo que podemos describir como una substitución del Jesús histórico por el Cristo de la fe, algo que constituye una fractura insalvable y cuyas consecuencias llegan, desgraciadamente, a la sociedad de hoy. La apologética evangélica nos ha legado volúmenes de simplificación y tergiversación, por lo que hay que atender a los textos con sentido histórico y contextualizar en las realidades ideológicas, económicas, sociales y políticas de aquellos días para tratar de restaurar un Jesús acercado a la realidad.

Aunque es un poco triste señalar esto a estas alturas, todos nos hemos encontrado con personas supuestamente ilustradas que, de una manera u otra, aceptan los libros de La Biblia como fuentes historiográficas. Puede decirse que el Evangelio de Marcos es una obra que constituye un género literario original; aunque se refiera a determinados hechos, es obvio que debe clasificarse como un documento kerygmático (del griego kerygma, anuncio o proclamación), es decir, un instrumento para la predicación. Precisamente, a pesar de la también presente intención historiográfica de los Evangelios, los exégetas creyentes aluden a esa vertiente kerygmática para tratar de justificar las numerosas contradicciones e incompatibilidades entre los diferentes textos. Por lo tanto, el  Evangelio puede calificarse como un género literario de carácter histórico-teológico, cuyo propósito es certificar la autenticidad histórica y doctrinal de la figura de Jesús de Nazaret. Por supuesto, para realizar esa labor se subordina y adapta el soporte historiográfico a un molde dogmático, por lo que se pretende dar a conocer de una manera interesada. Estamos hablando de un texto que quiere inculcar una tesis teológica, la cual se profesa como una "verdad revelada", que tendría dos vertientes bien diferenciadas: proclamar a Jesús como heraldo del Reino de Dios y la de la Iglesia como proclamante del Cristo resucitado.

sábado, 24 de marzo de 2018

Sobre los dogmas y el totalitarismo

Es habitual escuchar el argumento, por parte de personas religiosas (los sumos pontífices lo hacen con cierta frecuencia), relativo a que fue la ausencia de Dios la que dio lugar a los horrores provocados en el siglo XX por regímenes como el nazi o el totalitarismo. No es que merezca mucha profundización dicha afirmación, ya que no solo es simplista, también sumamente distorsionadora, pero dado que hay que tantas personas que siguen vinculando moral a religión merece alguna atención. Esto es así porque la substitución de un dogma por otro, y es posible que algunas ideologías hayan encontrado un terreno fecundo en la mentalidad religiosa para desarrollarse, es el auténtico problema.

El pensamiento, que sería fecundo de otro modo, también en el terreno moral, haya un obstáculo en doctrinas, religiosas o no, que se limitan a cambiar el objeto de su idolatría y subordinación. Que la moral dependa o no de la religión, a estas alturas, no debería ser ya ni un debate. Es más, algunas virtudes son más evidentes en personas no religiosas que se rigen por la honestidad intelectual más que por cualquier dogma. Tal y como entendía Bertrand Russell esa integridad intelectual, consiste en decidir las cuestiones problemáticas en base a una prueba o bien dejar el asunto en suspenso si no hay pruebas concluyentes. Así, este punto de vista aparece como mucho más importante que cualquier sistema dogmático y puede ser infinitamente más beneficioso.

domingo, 11 de marzo de 2018

Ni dioses ni amos, ni dogma alguno

Insistimos, una vez más y ante la realidad de toda colectividad humana, en la necesidad de negar toda verdad absoluta, caldo de cultivo para sectarismos y dogmatismos, que deberían ser ajenos a las ideas antiautoritarias; un pensamiento y unas prácticas, libres, que rechazen a nuevos dioses y amos, lo mismo que a cerradas doctrinas e ideologías.

Con cierta frecuencia, dentro del movimiento anarquista, se alude de modo crítico a personas dogmáticas, que en nombre de cierta "pureza" de las ideas se esfuerzan en señalar a todos aquellos que se aparten del buen camino de la futura sociedad libertaria. Como ya he dicho en otras ocasiones, me parece la del dogmatismo, o inclinación hacia pensar que se tienen ideas absolutas, algo que parece, si no inherente, sí una (peligrosa) tendencia del ser humano. Aunque creo que un poco hastiados del mismo, mencionaré de nuevo el proceso catalán como ejemplo de ello. Particularmente, lo he dejado claro en diversas entradas de este blog, toda proceso de "liberación nacional" es digno de crítica y rechazo por parte de unas ideas libertarias, que nada tienen que ver con cualquier proceso instituyente independentista. No incidiremos aquí, por demasiado sabidas, en las connotaciones políticas de términos como "independencia" y "nacionalismo". A pesar de ello, no puede negarse la realidad, las posturas dentro del movimiento anarquista han sido dispares respecto al proceso. Desde mi posición, y creo que la de muchos anarquistas, la creación de una república catalana no supone un mejor contexto para una sociedad libertaria, más bien al contrario al cimentar y legitimar más de lo mismo, un nuevo Estado. Por no hablar, del sistema económico, cuyas reglas del juego tendrían que ser aceptadas a la fuerza por el nuevo Estado y, ello, por muchos integrantes del Gobierno que se manifiesten anticapitalistas. Esta postura, en abstracto y en concreto, no me sitúa en ninguna ortodoxia libertaria ni nada por el estilo. Este caso que nos ocupa, resulta un buen ejemplo para reflexionar sobre el dogmatismo. Otra postura, parece que ha diferenciado entre una crítica intelectual, y purista (inmovilista, según las críticas), dentro del anarquismo y otra, más activa y supuestamente proclive al movimiento y la acción, que se lanza a luchar en la calle cuando es necesario (aunque, no sabemos si la reflexión libertaria se queda a veces por el camino). No insistiré en el reduccionismo, o abiertamente falacias, de dichas argumentaciones, que etiquetan con tanta facilidad. Tampoco me referiré más en este texto al proceso catalán, que creo que está dando sus últimas bocanadas dentro de la lógica (represiva, claro) de Estado.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Lo importante de revisar permanentemente las creencias

La creencia, tal y como se ha definido en ocasiones, sería como una especie de mapa, que llevaríamos grabado en nuestro interior (en mi opinión, y en nombre de la libertad, más producto del ambiente que de la genética), que nos conduce en el mundo para hallar una mejor satisfacción de nuestras necesidades.

Así, dicho mapa no nos dice necesariamente cómo son las cosas, sino que nos muestra formas de conducta adaptadas a esas necesidades personales en el ámbito de una realidad percibida por la experiencia. Habría que objetar, frente a todo determinismo, que dicha definición es posible que sea muy correcta, pero que dicho mapa es, o debería ser, modificable en función del conocimiento, desarrollo, experiencias, etc. Es decir, si de alguna manera nos vemos condicionados por nuestra necesidades, algo muy humano, estas deberían cambiar y ser revisadas constantemente si de verdad creemos en el cambio y la evolución. Si recuerdan ustedes aquella campaña atea de hace unos años, que invitaba al creyente a olvidarse de la gran deidad y a relajarse, es un ejemplo perfecto. Si se esfuerzan en inscribir en nuestro mapa interno, de la forma que sea, una idea absurda, nuestros deseos y satisfacciones, toda nuestra vida, se ven condicionados por ello con toda suerte de dificultades que nos hacen caer, precisamente, en fuentes externas. La respuesta primera es, tal vez, "relajarse" para observar un horizonte amplio en la vida exento de creencias inamovibles (que siempre, tengan o no un origen sobrenatural, resultan perniciosas).

viernes, 26 de enero de 2018

Religión y jeraquía social

Entre las múltiples críticas que realizamos a la religión, desde una perspectiva libertaria (y entendemos este término como estrechamente vinculado al librepensamiento y a la emancipación social e individual), está la legitimación que supone de las jerarquías.

Aunque esta visión requiere matizaciones, y solo alcanza su plena expresión con el monoteísmo, podemos considerar que la idea de que "todo el poder viene de Dios" alcanza un reflejo en un orden social rígidamente jerarquizado. Las cosmogonías religiosas determinan también las estructuras sociales. No es posible que existan personas autónomas en el pensamiento religioso, y sí "fieles", "súbditos", "ovejas" (parte de un rebaño) o toda suerte de miembros de un grupo subordinados a un jerarca o a una tradición. A pesar de su cambio de estrategia ante los nuevos tiempos, máxime ahora con un nuevo pontífice aparentemente progresista, el objetivo de la Iglesia siempre ha estado en obtener el poder absoluto, presuntamente establecido por la máxima figura de la divinidad. Incluso, algo tan obvio en el transcurrir de los tiempos como es la visión laica, la separación entre Iglesia y Estado, es un evidente peligro para el poder religioso (y una falacia en la práctica, ya que se prima en tantos países la confesión católica). Aunque el poder político, concretado en alguna forma de Estado, posee el mismo peligro, en el caso de las estructuras ecleasiásticas es más evidente la imposibilidad de opinar sobre sus leyes, siendo necesaria una clase mediadora capaz de interpretar la "legítima" e "infalible" voluntad divina.

sábado, 20 de enero de 2018

Sobre la construcción dinámica de la identidad personal

La construcción de la identidad personal, en contra de toda identidad estática y colectiva, debe tener en cuenta la diversidad y complejidad de lo social; debe ser un proceso dinámico y en constante revisión de toda idea preestablecida, lo cual supone el rechazo del dogmatismo y un permanente sentido crítico de la realidad

Cuando hablamos de identidad personal, nos referimos a la "individualidad", que hay que diferenciar del individualismo o atomización imperante en las sociedades contemporáneas, insolidario e incapaz de una auténtica conciencia social. Es decir, un individualismo rechazable, que lo relega todo a la subjetividad, obviando los conflictos sociales que están detrás de tantos problemas. No es de extrañar que gran parte de las personas corran a abrazar viejas o nuevas formas de religiosidad, o todo tipo de creencias, que prometen la "curación" o "salvación" personal. Desde nuestro punto de vista, en esta cuestión se encuentra el origen de una profunda distorsión de la "espiritualidad" o, para que nos entendamos mejor, de la manera de entender los valores humanos. Pero, volvamos a la cuestión de la identidad. Esta, entendida como una proceso de individuación, debería ser auténticamente humanizadora y emancipadora, por lo que es necesario un proceso educativo que haga que la persona se implique en la construcción social y cultural de su personalidad. De forma paulatina, vamos construyendo nuestra identidad personal mediante múltiples interacciones con los demás en contextos que deben ser complejos y plurales; por lo tanto, no se trata de un proceso con un principio y un final, sino dinámico, constantemente estimulado para la innovación. De lo contrario, no es de extrañar que las personas caigan en el estatismo y la alienación, volvemos de nuevo a las creencias en algo permanente, no sujeto a crítica, con la cual nuestra propia identidad se convierte en algo inamovible. No resulta extraño el enfado monumental de ciertas personas, cuando criticas sus creencias dogmáticas, ya que al hacerlo estás cuestionando indirectamente su propia identidad sagrada e inmutable.

martes, 2 de enero de 2018

Fomentar el pensamiento crítico

Los que me conocen, ya saben que soy un pertinaz, testarudo y acérrimo defensor del pensamiento crítico (y, ojo, también autocrítico, no existe uno sin el otro), considero su falta uno de los grandes problemas de la sociedad, por lo que procuro no dejar nunca de fomentarlo. A poco que se indague, pueden encontrarse fácilmente diversos puntos que ayudan a nuestros hijos, en fase educacional, a tener un pensamiento crítico, profundo e independiente.

La verdadera cuestión, no es solo si los chavales pueden ser educados en el pensamiento crítico, es si la mayor parte de los adultos lo tiene y la respuesta parece ser negativa. Una obviedad, la educación de un ser humano no se limita a ciertos años, sino que se extiende a lo largo de toda una vida. Esto es así porque la independencia de criterio y la autonomía (por otra parte, como toda forma de utopía personal y colectiva) es algo a perseguir constantemente, sin que se alcance nunca, ya que jamás el conocimiento, como la verdad, es absoluto.