martes, 13 de junio de 2017

Para bien y para mal, somos animales sociales

¿No conocen ustedes la psicología social? Les aseguro que resulta apasionante, si de verdad queremos saber un poquito más sobre cómo nos comportamos. Se trata de una disciplina relativamente joven, aunque puede decirse que hay autores que ya observaron los fenómenos sociales en la Antigüedad. Recordemos la conocida, y primordial, concepción aristotélica del hombre como animal social (o animal político, ya que hubo una vez en que no existía diferencia entre ambos apelativos). Aristóteles expuso algunos principios básicos sobre la influencia y la persuasión sociales, aunque es a partir de mediados del siglo pasado cuando se someten aquellas investigaciones a verificación empírica gracias a Carl Hovland y a sus colaboradores. Si el primer experimento lo realizó Triplett en 1898, es a partir de la década de 1930 cuando puede decirse que la psicología social empírica comienza su auge. El objetivo de muchos autores contemporáneos ha sido demostrar que la psicología social resulta primordial para resolver algunos problemas de las sociedades modernas. No pocas veces, me he encontrado con personas que desdeñan esta concepción del ser humano como animal social (y "político", otorgándole un sentido diferente a esta palabra, tan viejo y tan nuevo); para mí, ha resultado siempre obvia esa condición del individuo, y tal vez estos tiempos bastante difusos que vivimos es posible que sean la causa de esa negación tan recurrente.

Voy a recordar, una vez más, al viejo Bakunin cuando afirmó que la vida intelectual y moral formaban parte del mundo físico y social (que él observaba como un único mundo natural). Hay que recordar que el ruso consideró que la supuesta voluntad libre del ser humano es solo relativa, únicamente definida por su oposición al instinto o a la acción mecánica más propia de otras especies. El hombre podría regular y modificar sus impulso naturales para adecuarlos a aquello que considera justo y bello. Pero Bakunin considera que la voluntad humana es determinada, no incondicional, ya que el hombre, durante su desarrollo vital, es el resultado de acciones, circunstancias y condiciones, materiales y sociales, que continúan formándole durante toda su existencia. Se inserta al hombre, así, en un mundo determinado por la concatenación de todos los seres, presentes y pasados, por lo que su acción individual nunca podría tener la fuerza suficiente para romper esa especie de solidaridad universal. La voluntad del hombre sería el producto de influencias externas que la determinan y configuran al margen de sus propias resoluciones. Bakunin, dejando a un lado la retórica grandilocuente propia de la filosofía y de la época que vivió, está hablando de la dependencia inevitable del individuo con la sociedad (lo que, para él, era sinónimo de naturaleza al no existir una previa al mundo social). La sociedad constituye, así, la base de la existencia humana. Por otra parte, la fe en la educación social es enorme: cuanto más plenamente desarrollado se encuentre el ser humano, mayor es su libertad, algo que Bakunin consideraba como propio de un individuo insertado en una sociedad que le daba lo necesario para dicho desarrollo. Por otra parte, los individuos serían los instrumentos del desarrollo social, no se reconoce ninguna libertad y autonomía verdadera fuera de la sociedad.

La expresión clave si hablamos de psicología social, la cual según los diferentes autores puede tener varias definiciones, es "influencia social". Por lo tanto, el psicólogo social estudiará situaciones que afectan a la conducta de las personas. El afán es aprender más sobre la conducta humana, asumir que existen situaciones naturales que desembocan en una enorme presión para un comportamiento que se suele etiquetar como "anormal". Es por eso que se trata, antes de realizar semejante despropósito muy habitual en nuestra sociedad, de indagar en la naturaleza de la situación y en los procesos responsables de la conducta. Llegamos así a llamada primera ley de Aronson, según la establece en su libro El animal social: "Las personas que hacen locuras no están necesariamente locas". Según Elliot Aronson, cualquiera de nosotros podemos caer en determinados procesos, si se dan las condiciones sociopsicológicas adecuadas, conducentes a un determinado tipo de conducta. El deseo de etiquetar a las personas de conducta "desagradable" es posible que sea una tendencia del ser humano, adjudicando epítetos como "sádico" o "demente" se excluye al sujeto del resto de "buenas personas" y ya no hay que preocuparse por una conducta que se desaprueba. Sin negar la enfermedad mental, y aceptando la pluralidad humana con sus diferentes respuestas vitales, hay que asumir que existen variables situacionales que empujan a personas supuestamente "normales" a un comportamiento poco deseable. Por lo tanto, podemos considerar que el ser humano es un producto en gran medida de la sociedad, del ambiente en el que se desenvuelve, por lo que es importante profundizar en los problemas sociales y emocionales, comprender esas variables y los procesos provocadores de la conducta desagradable.

Aronson menciona un experimento en su libro, en el que creo que está basado la espeluznante película alemana "El experimento". El psicólogo e invistagador Philiph Zimbardo, junto a sus alumnos, crearon una prisión ficticia en los locales del departamento de Psicología de la Universidad de Stanford. Seleccionó a un grupo de jóvenes "normales", maduros e inteligentes, y aleatoriamente les otorgó el papel de carceleros o de prisioneros. Al cabo de seis días, no estaba clara para la mayoría la diferencia entre realidad y ficción, la mayor parte de jóvenes habían asumido su papel de prisioneros o de guardianes y eran incapaces de diferenciar entre el personaje y su yo. La experiencia de carcelamiento acabó, temporalmente, con toda educación y con los valores humanos, surgiendo lo peor de la naturaleza humana, produciéndose los peores actos de crueldad en aquellos a los que se había otorgado poder sobre las vidas ajenas e incubándose odio en los sometidos. Somos frágiles, enormemente frágiles, por lo que abundan en un mundo maniqueo, de buenos y malo, resulta indignante y pueril. Tenemos que aprender mucho sobre cómo pensamos y nos comportamos, por lo que es primordial profundizar en los factores que nos condicionan.

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