martes, 30 de mayo de 2017

El anarquismo epistemológico

Todos acabamos conociendo personas a los que, parece, les ha ido bien con según qué "terapias alternativas" y yo, que soy polemista por naturaleza, repito una y otra vez mis argumentos sobre estas medicinas, supuestamente sin base científica, y sobre las posibles causas de que tengan algún éxito. Primero, y una vez más, quiero dejar claro que aquí la expresión, la actitud y la conducta de cada uno son libres, allá cada cual en lo que decide confiar; lo digo porque este tipo de debates suscitan todo tipo de reacciones, no siempre las adecuadas, y lo principal es que se pueda discutir abiertamente sobre cualquier cosa. Mis tópicos sobre la falta de legitimidad científica, sobre la sugestión, los efectos placebo y la mezcla de disciplinas en las terapias (en las que la cuestión "espiritual" y la fe del paciente, me da la impresión de que no carecen de importancia en algunos casos) se enfrentan a las acusaciones, que también son "lugares comunes", de dogmatismo y cerrazón, falta de apertura a otras culturas y excesiva occidentalización.

Son acusaciones que no tienen cabida, por supuesto, ya que el eclecticismo me parece primordial, y ahí deberíamos estar todos de acuerdo. En cualquier caso, y seguramente, mi predisposición contraria a según qué cosas, valga este reconocimiento como una sincera autocrítica, resulte bien poco libertaria. "Anarquismo" es el único "ismo" que me gusta aceptar como premisa, pero en mi actitud vital se acaban colando un profundo escepticismo y un cierto racionalismo (nada trasnochado, espero). Dar mayor horizonte a la razón es, necesariamente, oponerse a ese monstruo llamado "razón científica", germen de un nuevo autoritarismo, aunque también, y en mi opinión, mantenerse a salvo del relativismo o de nuevas formas de dominación (aunque se presenten como benévolas o "no agresivas"). En fin, es un terreno difuso en el que existen numerosos factores en juego y no pocos problemas y limitaciones del ser humano

Como decía, la gran autocrítica es que mi actitud resulte poco anarquista en algunas ocasiones. El oscurantismo de algunas etapas de la humanidad condujo a que se llegara a confiar en la ciencia acabando por convertirse en un nuevo dogma, seguramente incomprensible para la mayor parte de los mortales que confían en ella de manera casi ciega. Los científicos llegarían a convertirse en una nueva clase mediadora y privilegiada, con el mismo estatus que tuvieron en el pasado los chamanes, brujos y sacerdotes (aunque, todos estos sigan dando guerra en la actualidad). Insisto, toda esta crítica a la ciencia no quita que considere necesaria la divulgación del conocimiento y, en consecuencia, el hecho de que las personas se muestren mejor armadas para tomar decisiones en sus vidas. Cuando yo hablo de "legitimidad científica" me meto tal vez en un frondoso jardín del que ni yo mismo vislumbro la salida (no obstante, hay que seguir insistiendo en cuestiones como la experimentación o la formulación a la hora de hablar de "ciencia"). Al hombre vulgar, categoría en la que me incluyo, se nos escapa en gran medida esa cosita denominada "campo científico", más bien administrado y hegemonizado por privilegiadas personas e instituciones. ¿Está verdaderamente la ciencia al servicio de la humanidad?, ¿perpetúa, por el contrario, las relaciones de poder? No hace falta responder, si volvemos la vista sobre el pasado siglo y los horrores cometidos, en nombre de verdades con mayúsculas, con la ayuda de una razón científica carente de ética. Fue Marcuse el que dijo: "La racionalidad técnica y científica y la manipulación están soldadas en nuevas formas de control social".

El creador del anarquismo epistemológico sería Feyerabend, el gran subversivo que acusó a sus colegas científicos de enmascarar su inseguridad en la defensa del sistema establecido. Sería el comienzo de una nueva metodología científica no sujeta a dogmas ni a fronteras. No era posible ya afirmar la idea de un sistema fijo ni de una racionalidad fija, sinónimos de la ingenuidad del hombre, por lo que solo es posible un pluralismo metodológico. Diferentes visiones y actitudes que lleven a juicios y métodos de acercamiento donde, únicamente, pueda defenderse un principio bajo cualquier circunstancia. El enfrentamiento de teorías contradictorias, la heterodoxia, la no subordinación a principios establecidos, incluso el acudir a teorías aparentemente desfasadas o desechadas por falta de base, todo ello se pone al servicio de una búsqueda de sistemas conceptuales que se enfrenten con los datos experimentales aceptados y proponer, incluso, nuevas formas de percepción del mundo. Incluido el misticismo, del que echo pestes tan a menudo, puede ayudar a la, aparentemente tan antagónica, "cauta y paciente investigación científica" (parece ser que opinó Bertrand Russell esto, al respecto). Por lo tanto, con Feyerabend llegaría la ausencia de reglas o principios firmes en la investigación científica, la aceptación de la diversidad y la búsqueda de la unidad solo por medio de la comparación de ideas antagónicas. Todo ello era puesto al servicio del avance del conocimiento y del desarrollo de nuestra propia individualidad. La ciencia, vista de este modo, solo puede ser vista como opositor a formas de pensamiento dogmáticas y a ideologías heredadas con fines autoritarios, pero nunca convertida en una nueva religión ni enseñada a las personas como dogmas de fe.

El mismo Feyerabend, en el prólogo de su obra Contra el método, cita a Bakunin: "Que la gente se emancipe por sí misma, y que se instruya a sí misma por su propia voluntad". Hablando de la ciencia, para lograr el tacto necesario podemos hablar de participación directa, lo cual viene a significar cosas distintas para los diferentes individuos. Si tal participación resultase imposible o no fuera deseable, continúa Feyerabend, ese tacto puede desarrollarse partiendo del estudio de los pasados episodios de la historia en cuestión. Lo que se busca es que los factores más contradictorios sean puestos en juego, ya que resulta imposible determinar en abstracto, sin tener en cuenta las idisioncrasias de cada persona y de la circunstancia, qué es lo que  llevó al progreso en el pasado ni qué tendrá éxito en el futuro. Lo que Feyerabend desea es que la educación científica no se produzca de manera aislada, que no se la desprenda de una actitud humanitaria. Leyendo a este hombre, dan ganas de abandonar toda tentativa "idealista", ya que un ideal de racionalidad solo puede encontrar su expresión en reglas ciertas e infalibles o bien mediante estándares que diferencian entre lo correcto o racional o razonable u "objetivo" de lo que es incorrecto o irracional o irrazonable o "subjetivo". El hombre libre de Feyerabend solo puede abandonar los estándares y confiar por entero en las teorias del error, basadas en la experiencia y en la práctica y sin ninguna pretensión de ser universales. Así, se obtienen puntos de vista particulares y restringidos, visiones diferentes, temperamentos y actitudes diferentes que darán lugar a juicios y métodos de acercamiento diferentes. Es la epistemología anarquista, preferible según este autor para mejorar el conocimiento o entender la historia, más apropiada como metodología para un "hombre libre".

En los acalorados debates con los amigos que practican terapias alternativas, no reconocidas por una ciencia digamos ortodoxa, nada más lejos de mi intención que fortalecer mis argumentos con "verdades universales". Todo lo contrario, el enemigo es el absolutismo, y mi máximo temor es el germen del mismo que parecen contener multitud de doctrinas. Creo que ahí encontramos un terreno común y es donde hay que seguir potenciando los campos del conocimiento y de la práctica. Al fin y al cabo, el anarquismo, o la rama libertaria del socialismo, ha sido un movimiento por la subjetividad, frente a toda objetividad (relacionada, aquí, con el dominio).

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