viernes, 16 de febrero de 2024

Posverdad y manipulación

Mires, escuches o leas, donde quieras, encuentras por doquier cierto términos puestos de moda, empleados gratuitamente y, habitualmente, utilizados como armas arrojadiza contra el rival político.

Es el caso de la palabra 'populismo', cuyo origen parece estar en el éxito de ciertas fuerzas políticas electoralistas de nuevo cuño. Los que acusan al rival de 'populista' o, por ejemplo, de 'demagogo', de manera hipócrita obvian que la democracia representativa se basa, sencillamente, en esos subterfugios. La 'demagogia', es decir, la seducción de las masas (con evidentes mentiras en muchos casos) y el 'populismo', es decir, el arrogarse la voluntad y los deseos del 'pueblo' (otra abstracción sin contenido), lo emplean unos y otros a ambos lados del espectro político. Ahora, nos llega, de manera irritante, el vocablo 'posverdad'. ¿Somos capaces de otorgar contenido al lenguaje? Consecuentemente, ¿podemos analizar la realidad de manera razonablemente objetiva para no ser manipulados? Veamos, sin ser demasiado pesimistas y aportando alternativas.

Como deberíamos saber a estas alturas, la llamada 'posverdad' no es más que un eufemismo que oculta una mentira. Una mentira a la que se suele etiquetar como 'emotiva', ya que apela a las emociones de la gente, en lugar de a hechos concretos y objetivos, para tratar de seducirla, influirla y captarla (ya sabe, la demagogia). Como podemos ver una y otra vez en las irritantes tertulias políticas y mediáticas, se emplee o no el término de marras, la estrategia suele ser esa apelación a las emociones. Sí, se suele acompañar de forma categórica ciertos 'hechos', pero la realidad es que el común de los mortales está lejos de poder verificar si son ciertos (presumiendo, que es mucho presumir, que quiera hacerlo) y es por eso que será 'captado' según sus valores y creencias previas.

La llamada política de la posverdad no es más que una evolución de la manipulación propagandística, de toda la vida, por parte del poder. Esa manipulación, que antes se realizaba de una manera evidente, en la sociedad de la información y las nuevas tecnologías requiere de técnicas más sutiles de persuasión. Sí, aparentemente, vivimos en un sistema democrático donde podemos 'elegir' a los que nos manden (no olvidemos que lo que llamamos democracia es fundamentalmente eso), pero los debates políticos públicos están estrechamente controlados en la sociedad del espectáculo. Es el espectáculo de esas emociones a las que se apela desde una u otra óptica, sin que la mayoría pueda verificar una realidad objetiva que cambie mínimante las cosas.

Si algo se demuestra falso, tal o cual teoría que favorezca nuestras creencias e intereses, lo honesto es aceptarlo. Desgraciadamente, los aspirantes a representar al prójimo no dan muestras de esa honestidad y, de manera más o evidente o más sutil, siguen insistiendo en ello. No es responsabilidad únicamente de los dirigentes y de los medios, aunque una sociedad desigual, jerarquizada y centralizada favorezca esa situación, ya que muy a menudo la persona quiere ver confirmadas sus creencias (o se ve, de alguna manera empujada a ello). Necesitamos, urgentemente, mecanismos de verificación de la información y de la realidad, enfrentarnos a una realidad concreta donde seamos capaces de cambiar las cosas.

Organizarnos de base, asociarnos con personas, que en su mayor parte tienen intereses comunes a los nuestros, enriquecernos informativa y culturalmente. Deberíamos, en suma, confiar menos en la autoridad que nos ponen enfrente los medios, como representantes de la verdad, y buscarla por nosotros mismos. Vivimos en una sociedad en la que la información, muchas veces frívola y sin contenido, es de usar y tirar, lo que antes estaba en boca de todos hoy es olvidado. Es complicado conocer lo que es verdad o mentira, máxime cuando estamos sujetos diariamente a nuestros propios intereses en una determinada dinámica que a veces nos es ajena, pero debemos esforzarnos al menos en comprender la manipulación política y mediática, la intolerable falta de ética en los que manejan la información y los intereses particulares que se siguen encontrando detrás de todo ello.

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