Paradójicamente, en la actualidad se ha establecido cierta relación entre los movimientos sociales, y podemos incluir también a la izquierda política (aunque, ya sabemos que hay varias), y lo que podemos llamar discursos alternativos en cuestiones sanitarias y, más o menos, espirituales. Lo que podemos llamar simple y llanamente "pseudociencia", vamos. Esto es así, casi con total seguridad, debido a que en las actitudes progresistas (al menos, con esa pretensión) y socialmente transformadoras gustan mucho de la palabra "alternativo". Lo que ocurre, a nuestra manera de ver las cosas, es que el grado de confusión sobre cuestiones científicas es notable. Una cosa es el conocimiento científico, que en la teoría sí podemos considerarlo objetivo y neutral (aplicando diversos y razonables métodos, ninguna pretensión dogmática puede haber en ello), y otra muy distinta su aplicación. Al confundir una cosa con la otra, en el mundo en el que vivimos, donde los poderosos siguen dictando su ley, y tantas personas se ven desprovistas de las necesidades más elementales, gusta mucho, hasta extremos bastante delirantes, "lo alternativo".
domingo, 25 de diciembre de 2016
miércoles, 21 de diciembre de 2016
La increíble transformación del Logos en Cristo
He
escuchado a más de una persona, expertas en filosofía, decir que el ser
humano en la actualidad, en las sociedades occidentales, tiene más de
la cultura cristiana, que de la griega (o greco-romana). Como uno es un
crítico devastador del cristianismo, y de forma más general del
monoteísmo que pareció acabar con la pluralidad y traer el dogma al
humanidad, resulta importante lanzarnos a indagar por qué pensamos como
pensamos. Por supuesto, hay que hacerlo de manera cauta, ya que pienso
que a menudo caemos en no pocas simplificaciones y nos gusta jugar con
excesiva soberbia a la ucronía (es decir, a una reconstrucción de la
historia, algo que no es tan fácil valorar como mejor o peor). Para
empezar, hay que comprender lo que era el Logos en la Antigua Grecia, y
cómo diablos acabó transformándose en la noción cristiana del Hijo de
Dios. Hay que decir que la actividad propagandística era habitual en las
diversas escuelas filosóficas de la Antigua Grecia, en el periodo del
Helenismo que llega hasta el siglo I antes de nuestra era. Esto era así
porque la aceptación del conocimiento filosófico suponía, las más de las
veces, un cambio de vida en busca de la felicidad. Posteriormente, la kerigma
cristiana (esto es, la formulación de fe respecto a la crucifixión,
resurrección y proclamación de Señor y Mesías Jesús), aunque por motivos
muy diferentes, hablaba de la ignorancia de los hombres, prometía
darles un conocimiento mejor y, como todas las filosofías, hacía
referencia a un maestro que poseía y revelaba la verdad. Los primeros
discursos y documentos cristianos, creo que no resulta aventurado
decirlo, se presentaban como una continuación y superación de la paideia
griega.
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