domingo, 3 de julio de 2022

La subversiva búsqueda del conocimiento

A poco que uno tenga cierto apego hacia el conocimiento, vivimos una época cuanto menos desconcertante. Lo habéis adivinado, me refiero una vez más a las numerosas creencias, supercherías y charlatanes que proliferan por doquier. Se trata muy problamente, de lo que nos depara la sociedad del consumo y el capitalismo con su pertinaz mercantilización de la vacuidad. Cuanta más estulticia prolifere, tanto mejor, el personal más sumiso y manipulable.
 
Por supuesto, no hay que culpar íntegramente al sistema que padecemos, esta situación es también algo que haya su caldo de cultivo en esa escalofriante tendencia del ser humano a creer en cualquier cosa, a subordirnarse a algún adalid o inefable caudillo, o a mostrar un respeto excesivo por cualquier forma de autoridad, oficial o alternativa. El propio tratamiento que sufre la información, en una época en el que nunca fue tan fácil acceder a ella, es significativo.Verdades proclamadas un día, no mucho tiempo después son olvidadas sin que sea necesario el desmentido. ¿Podemos hacer algo contra todo esto? ¿Claudicamos de una vez y entregamos las armas? Sí, de nuevo lo habéis adivinado, jamás entregaremos las armas; como dijo Leonidas, que vengan a por ellas. A pesar de lo que nos digan ciertos posmodernos, no se nos ocurre otro sistema mejor para combatir tanta falsedad y tontería, que el método científico. Es el mejor antídoto contra toda tentación idiota, al mismo tiempo que una inestimable táctica subversiva. Ah, pero no hablo de ninguna complica epistemología fundada en complejas y abstrusas teorías. No, hablo de la más elemental sensatez unida a un poquito de esfuerzo para cuestionar, reflexionar, contrastar y, si es necesario, hasta refutar e incluso erradicar (hablo, por supuesto, de ignorancia, creencias y de todo tipo de lugares comunes, para las que, insisto, los seres humanos estamos muy dotados para abrazar).

No, no nos referimos con método científico a una compleja categoría del saber científico, propia de una clase privilegiadamente inteligente. La propia palabra 'epistemología' (y aquí rememoro un genial gag musical de Les Luthiers, reproducido más abajo), es decir, la parte de la filosofía que estudia el método de acceso al conocimiento, algo que ya se nos atraganta un poco en su propia definición. Veamos si podemos simplificar, de tal manera que el común de los mortales pueda armarse para verificar razonablemente la realidad sin interferencia de manipulador alguno (¡toma ya!). El método científico que proponemos, para indagar en los fenómenos naturales y en cualquier ámbito de la actividad social, puede definirse también como una aproximación. Y es así, porque no hay nada más ajeno al conocimiento que lo absoluto. Esta aproximación se basa en la observación, pero también en la critica, la duda, la intuición, la experimentación, la búsqueda de resultados, la verificación, el contraste mediante las diversas pruebas… Se me dirá que, cómo diablos vamos a tener tiempo de elaborar este largo proceso en el devenir cotidiano, si apenas lo tenemos para vivir con dignidad. De acuerdo, para eso existen los atajos cognitivos, que forman parte de nuestra vida diaria: resulta imposible confirmar toda información, por lo que a menudo elaboramos un juicio rápido de las cosas (seamos conscientes de ello, también). A pesar de esto, creo que un método científico, más o menos elemental, puede aplicarse en ciertos momento discriminando la importancia de la información.

Para empezar, la duda constante, basada en la critica y en la búsqueda, me parece primordial para no caer en la manipulación. Si tenemos un océano de información como es internet, plagado de falsedades, solo cierto método puede hacernos discernir la verdad de la mentira. Es necesario verificar las fuentes y mostrarse crítico (huir de la confirmación de lo que creemos que es verdad). Como ya dije, no debería haber nada más ajeno al conocimiento que el dogmatismo y la autoridad inamovible. Hay que asumir siempre la posibilidad del error; buscar una razonable comprensión de la realidad, pero entender que todo está sujeto a revisión: nuestra interpretación puede ser mañana total o parcialmente reelaborada. Como dijo el clásico: "El verdadero sabio es el que se muestra siempre en el camino y en la búsqueda del conocimiento"; tal vez, solo el necio crea haber llegado ya al final de esa búsqueda. Es, con seguridad, algo ingenuo pensar que esta rigurosa actitud hacia el conocimiento pueda servir como herramienta de emancipación frente a la autoridad. Especialmente, cuando gran parte de la humanidad está demasiado ocupada en sobrevivir. No obstante, seguro que es un comienzo para enfrentarnos a una realidad más concreta y verificable, y asumir menos que este mundo terriblemente sumiso a la autoridad resulta inamovible. Quizá, así, empecemos a ser un poquito menos papanatas.



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