martes, 22 de noviembre de 2016

Firmes frente a la creencia dogmática

La entrada anterior, sobre la disonancia cognitiva, ha provocado un nuevo aluvión de cartas físicas, correos electrónicos, SMS, whatsapps e incluso algún comentario abordando por la calle a mi pobre persona. El tono oscila entre el conformismo, ante lo inevitable de que la disonancia cognitiva sea inherente a cualquier hijo de vecino, la negación y el exabrupto. Veamos. Mi intención, pobre seguramente, era comprender sobre todo dos cosas: por qué creemos en cosas absurdas (por no decir otra cosa) y, para más inri, por qué esas creencias son a veces inamovibles (hasta la desesperación, y a veces exasperación, del que está enfrente). Si aceptamos que la disonancia cognitiva es un proceso psicológico con bastante fundamento, veamos qué podemos hacer para combatir esa testarudez dogmática. En primer lugar, algo en lo que creo que he insistido una y otra vez, se trata de algo que nos pasa a todos. Incluso, a nivel cotidiano, resulta inevitable. Es imposible revisar una y otra vez las creencias, por lo que recurrimos a los dichosos sesgos cognitivos. Estos, vienen a ser una desviación en nuestro proceso de la información, lo que lleva finalmente a la distorsión e incluso, cuando uno ya se pasa de vicio, a la irracionalidad. Los hay de diversos tipos, cosas como jugar con las estadísticas, hacerlo solo con datos que confirman lo que ya creemos u otorgar excesiva autoridad a ciertas personas. Esto es otro tema apasionante en el que merece la pena profundizar.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Homo Deus

Uno de los libros de moda, especialmente en ciertos círculos intelectuales oficiales (siempre sospechosos), es Homo Deus. Una breve historia del mañana, del historiador israelí Yuval Noah Harari. Por un lado, y aunque el ensayo es finalmente pesimista sobre el futuro de la humanidad, se incide en una concepción del progreso de lo más cuestionable. Se asegura que en el último siglo se han reducido los grandes males de la humanidad (el hambre, la guerra, las enfermedades, incluso la muerte…) y que en ese mismo periodo han predominado ciertos valores humanistas. La realidad es que vivimos en un mundo, y por causas políticas y económicas muy concretas, donde todos esos datos oscilan, varían, se juega con ellos (la ilusión de que se progresa), cuando la verdad es que hace mucho tiempo que existen los recursos suficientes para acabar de sobra con esas calamidades. Males producto, en gran medida, de la mano humana (y, por lo tanto, susceptibles de ser cambiados). Es cierto que, sobre el papel, el mundo parece mucho más igualitario, más respetuoso con los derechos humanos (más humanista, en apariencia, efectivamente), pero los hechos (los que cuentan) son muy diferentes. La modernidad prometía mucho hace un par de siglos, y sus valores son hoy totalmente reivindicables (de modo crítico, por supuesto, y sin tics reaccionarios), pero su desarrollo ha supuesto la peor de las pesadillas para gran parte del planeta, por lo que hay que atender más a los hechos que los derechos sobre papel mojado.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Realides múltiples y universos paralelos

Al llegar a la consulta de aquel tipo, la primera impresión estaba lejos de ser sospechosa. De aspecto agradable, actitud seductora y jerigonza habilidosa, su bata blanca contribuía a investirle de cierta autoridad. Enseguida, pasé a explicarle los síntomas de mi malestar. Me habló sobre la manipulación de mi cuerpo con determinadas técnicas de masaje, desde un punto de vista "holístico" (sic), que pondrían especial énfasis en mi estructura corporal y en los problemas mecánicos derivados de la misma. Los fines sanadores, como no podría de otra manera, no tardarían en llegar. Momentáneamente, me quedé cavilando…