martes, 29 de diciembre de 2015

Relatos cuánticos en los límites de lo desconocido

No recuerdo muy bien qué hacía yo en aquella sala de conferencias. Tal vez, mi conciencia y mis actos se habían visto alterados por algún extraño fenómeno, y aseguro no ser proclive a consumir determinadas sustancias. El caso es que, cuando la nebulosa frente a mis ojos empezaba a disiparse, pude comprobar que me encontraba entre un numeroso grupo de seres humanos con una amplia, y sospechosa, sonrisa en el rostro. Parecía alegremente dispuestos a escuchar un ignoto discurso de una mujer de mediana edad, con una actitud no menos afable que el resto, que se encontraba ya saliendo al estrado de aquella amplia sala de conferencias, pulcra y elegante, aunque algo aséptica. Mi perplejidad, poco o nada disimulada, me distinguía de la uniformidad del resto, por lo que me forcé enseguida a esbozar una sonrisa sin demasiado éxito. La disertación dirigida a la platea no tardó en comenzar. Después de un animado saludo cercano a una arenga, se mencionó una breve y concisa descripción de la "mecánica cuántica". Vaya, ¡qué bien!, me dije esta vez ya con algo parecido a una sonrisa; se trataba de una conferencia científica, y sobre un tema para mí casi desconocido.

sábado, 26 de diciembre de 2015

A vueltas con la figura de Jesús

El debate sobre la existencia, o no, de Jesucristo ha llegado a tal punto, que uno no sabe ya qué pensar. La dos posturas extremas más simples son: unos, simplemente se muestran acríticos con la cuestión, mientras que otros resuelven de un plumazo el asunto comparando la figura de Jesús con cualquier otro personaje de ficción. El asunto está tan contaminado que uno no sabe ya qué pensar en cuanto a hechos históricos fiables, pero lo bueno del asunto es que, al menos, uno puede expresar su escepticismo sin temor a que te quemen en la hoguera (ni siquiera, metafóricamente).

Puede haber dos niveles para aceptar la existencia de Jesús: uno, además considera que se trata de un personaje divino (y no empleamos aquí un apelativo coloquial, sino que alude a que se trata nada menos que del hijo de Dios, de Dios mismo y, a la vez, miembro de una Santísima Trinidad; un guirigay considerable que ha marcado a generaciones de chavales); a otro nivel, menos ortodoxo, se admite simplemente que hubo una figura histórica llamada Jesús, y esto lo creen incluso personas ajenas al cristianismo. Incluso, la evidencia que resulta de considerar el Jesucristo de los Evangelios un mito, la acepta gran cantidad de ateos y escépticos, pero aceptando que sus enseñanzas y su moral son un gran ejemplo. Personalmente, no solo considero que se trata de una muy obvia figura mítica, con un respaldo histórico muy débil que poco tiene que ver con lo que se cree habitualmente, sino que su legado moral resulta reprobable en demasiados aspectos.

martes, 22 de diciembre de 2015

Apocalipsis navideño en el centro de Madrid

Hoy, 22 de diciembre, en una mañana en la que el frío no acaba de llegar, me asalta un grupito en un céntrica plaza madrileña. Cordialmente, me desean feliz Navidad y devuelvo educadamente el parabién, aunque con una ligera adaptación al lenguaje laico. Un escalofrío me recorre la espalda cuando observo que, no muy lejos, hay un pequeño puesto con libros y folletos en los que se mencionan de forma pertinaz a Jesús y a la Biblia. Estoy a punto de una rápida frase para desembarazarme del corrillo, cuando uno de ellos, mucho más ágil que yo, impecablemente ataviado y de voz melosa, me espeta algo así como que tengo cara de necesitar al tal Jesús. La mayor parte de las veces, hago caso omiso, y pongo pies en polvorosa. Sin embargo, ese día me siento especialmente tocabemoles.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Elecciones, buenas y malas


Ante las nuevas elecciones generales en el país, lo que ha sido la campaña electoral, con el concurso de nuevas fuerzas políticas, de los medios, y de todo quisque en general, es digno de análisis. Vaya por delante que, como ya sabrá quien tenga la paciencia de leer este blog, mi condición ácrata hace que no vote… como norma general. Esta apostilla final es porque no tengo, ni quiero tener, ninguna actitud ni comportamiento definitivos; es decir, como todo hijo de vecino, tengo convicciones, pero resulta francamente difícil que sean "absolutamente" inamovibles (o, a mi modo de ver las cosas, caemos en el delirio). Si no voto es en gran parte porque considero que es mejor la abstención, ya que al hacerlo apuntalas un determinado sistema e impides la transformación a algo mejor; esta actitud "negativa", de oposición a algo, por supuesto va pareja a otra "positiva", de construcción del tipo de sociedad que nos gustaría. Digo esto, ya que tantas veces hay que soportar comentarios, que oscilan entre la vulgaridad y la mera necedad, en los que se nos acusa a los que no votamos de "pasotismo" o de "contrarios a la democracia". Las cosas son bastante más complejas y, en mi caso, no voto porque creo en una profundización de la democracia junto a otras muchas reformas radicales (sí, hay que ser "radical" o no cambiamos nada). Dejemos, de momento, las convicciones (es decir, la "ideología", y también "creencias").

sábado, 5 de diciembre de 2015

El atractivo de la necedad pseudoprofunda



Con Internet y las redes sociales, somos muy propensos a reproducir, entre otras muchas necedades, toda suerte de frases llamativas, tantas veces de manera irreflexiva. En un mundo donde priman las imágenes impactantes, más que las palabras y las ideas, es posible que estas últimas se estén convirtiendo en tan frívolas como aquellas. Los mercaderes de la pseudofilosofía y de la pseudoespiritualidad aprovechan este contexto para vendernos sus cajas de humo utilizando una bella terminología, al parecer tan seductora, para algunas personas, como irritante y digna de rechazo para otros. ¿Nuestro afán de crítica nos lleva tal vez a no discernir lo válido de lo que no lo es? Sinceramente, no lo creo. Sencillamente, nuestro escepticismo crítico nos lleva a ser intelectualmente cautos y a suspender el juicio (es decir, sencillamente a "no creer" hasta que tener una base informativa fiable). Somos así de estupendos.