miércoles, 24 de junio de 2015

Lo absurdo


De nuevo, hemos recibido un considerable aluvión de e-mails y cartas, llenas de indignación, a nuestra Redacción, esta vez acerca de nuestra consideración de lo absurdo y nuestra (supuesta) tendencia de meternos alegremente con el personal y su libertad para creer lo que le venga en gana. Bien, de nuevo también nos vemos obligados a ciertas explicaciones y matizaciones. Perdón si nos repetimos, pero debe ser que este blog no deja de ser una versión minúscula del "eterno retorno" y su crítica a una visión lineal del progreso. Con seguridad, es eso.

Para empezar, recordaremos que lo que llamamos absurdo es, ni más ni menos, que lo ilógico e irracional (dicho vulgarmente, lo disparatado o estrafalario). Dirán algunos de ustedes: bienvenido sea lo extravagante en un mundo gris, aburrido, injusto (es decir, por otra parte, irracional) y tremendamente normalizador. Nada que objetar si la actitud absurda pretende rebelarse contra un mundo sin sentido y también provocar a nuestro entorno acerca de ello. Es más, esta es nuestra intención también con este blog, aunque nos revistamos a veces de un sesudo pensamiento racional y científico. Continuamos con nuestras explicaciones.

Esperamos haber aclarado que nuestra concepción del absurdo tiene, por supuesto, varias lecturas y que nuestra crítica es lo suficientemente amplia, esperamos, para que no nos acusen de ser precisamente "normalizadores" del pensamiento (la razón es, gran medida, subjetiva, pero el pensamiento racional trata de buscar cierto sentido objetivo: una aparente contradicción, que puede resolverse de manera pragmática con una verdad adecuada a unas circunstancias muy concretas). Cuando tildamos de "absurdas" ciertas teorías y creencias (vean ustedes la cabecera de este blog), no lo hacemos apelando a grandes verdades (ni siquiera, científicas), sino a un conocimiento y un progreso que se encuentran en constante movimiento y en permanente mejora, opuesto en definitiva al dogma (sea religioso, político, incluso supuestamente científico).

Precisamente, consideramos que son los que tratan de compartir sus creencias dogmáticas (y recordaremos también que esto significa meramente "rígidas" e "inamovibles", a pesar de lo que diga la evidencia sobre ellas) los que tratan de "normalizar" y buscar una unidad de pensamiento sencillamente inasumible ante lo que supone la riqueza y pluralidad de la vida. Recapitulemos, cuando consideramos absurdas las creencias lo hacemos porque pretenden reducir el pensamiento y la vida a visiones que podemos llamar cuestionables, si lo expresamente con cautela, pero ilógicas e irracionales desde una visión algo más profunda. Es cierto que, si nos ponemos trascendentales, puede verse la vida como carente de sentido (en nuestra opinión, precisamente por los problemas dogmáticos que estamos denunciando), pero la respuesta no es abrazar un nuevo dogma, sino otorgarle sentido con una visión amplia y plural de la existencia.

Si buscamos un parangón filosófico (de andar por casa, ya que nuestros métodos son modestos), lo hallamos en la visión existencialista. Estos filósofos parecían conscientes del absurdo de la vida, se asomaban al abismo de la nada (la ausencia de Dios o como queramos llamarlo) y solo hallaban angustia. Frente a esta visión, otros pensadores como Albert Camus, que recorrían un camino similar al de los existencialistas, consideraban que la respuesta era otorgar un sentido a la vida precisamente desprendiéndonos de todas esas tareas y creencias absurdas (ya saben el mito de Sísifo: subir una y otra vez la misma piedra a la cima) fundando la experiencia realmente humana, con todo lo que ello tiene también de subjetivo.

Otro ejemplo que nos viene a la memoria es el de la gran obra de teatro sobre el encuentro entre un Descartes, ya mayor, pero humanista, racionalista y de gran vitalidad, y el joven Pascal, de gran genio e idealismo, pero de un dogmatismo ávido de reformar a los demás. El veterano Descartes niega su apoyo a las renovadas ideas de Pascal, opuestas aparentemente al poder imperante, ya que considera que pretende fundar un nuevo sistema similar o peor al establecido. Lo consideramos inmejorablemente expresado. La respuesta no es oponer un nuevo dogma (aunque se disfrace, tantas veces, de pensamiento científico, igualmente rígido y absurdo) a las carencias e injusticias de lo establecido, sino tratar de abrir mucho más el conocimiento y la experiencia a una vida que tratamos de vivir plenamente sin fantasías trascendentes.

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