sábado, 19 de abril de 2014

El origen del sentimiento religioso y la distorsión de la racionalidad


Introducimos en esta entrada a la teoría de Gonzalo Puente Ojea sobre el origen de la religión. Sería la mente la que da lugar a todos capacidades del ser humano, entre las que hay que incluir el sentimiento religioso. El origen del mismo estaría en un proceso de animismo primitivo, en el que el hombre proyecta una dualidad antropológica hacia los grandes fenómenos cósmicos. La comprensión de este proceso esclarece el hecho de la perdurabilidad de las religiones en la civilización, con la profunda distorsión cognitiva y racional que ello supone.

Puente Ojea diferencia entre el concepto de lo transnatural y el de lo sobrenatural. El primero alude a la mente del ser humano primitivo cuando se aleja de los datos reales, de su circunstancia, y quiere proyectar hacia puntos del espacio la posibilidad de que haya elementos existentes que no son más que un producto ilusorio del mecanismo de su mente; así, lo transnatural se refiere a un estadio de la historia en el que la ciencia no existía y el homo sapiens se encontraba en un estado juvenil de su existencia. Es un momento en el que nace una dualidad antropológica, el principio de la vida y el principio del pensamiento, que con el devenir de la historia, cuando el hombre tenga ya más herramientas conceptuales, se confirmará en una concepción del cosmos fragmentada en materia o cuerpo y espíritu o alma. La existencia de almas y espíritus no es más que un producto de la mente, de una mala lectura que la misma hace de datos reales; Puente Ojea considera que el origen de la religión se encuentra en lo que denomina proceso de animación. Esa dualidad antropológica proyectada hacia el cosmos es lo que provoca que se produzca también otra que distingue entre la naturaleza, de tipo material, y una supuesta sobrenaturaleza o supernaturaleza (es decir, un mundo de espíritus y almas que tienen gran poder e influye en los destinos del hombre). Es esto lo que explica históricamente la visión religiosa de la vida.

Puente Ojea quiere explicar en ese proceso de animación en los albores de la humanidad, así en la falta de datos fiables en el ser humano, el origen de la creencia en un ser superior. Así, el hombre primitivo sufriría un proceso introspectivo en el que observaría esa dualidad entre materia y espíritu, para luego proyectarla hacia los astros y generar una serie de mitos en base a los fenómenos naturales; esos mitos, que hablarían de seres trascendentes a la existencia humana, provocaría bien rechazo en el ser humano o bien un sentimiento de humillación. Eso es lo que explica las dos vertientes de la visión teológica, negativa y positiva. No obstante, el elemento positivo será el que cobre cada vez más vigor y da lugar a la fe religiosa, que no es más que un sentimiento de sometimiento para alejar la mala voluntad de esos seres espirituales. Este es el del origen de la religión, esa proyección del interior del ser humano hacia los grandes fenómenos cósmicos, por lo que se considera que nace en el cerebro del hombre y supone una distorsión cognitiva y racional. Según Puente Ojea, el centro material del ser humano (el tálamo cortical, centro del sistema nervioso) es el que dirige todas las operaciones de la mente: la acción, la emoción, el pensamiento; como se ve, no hay que buscar entes sobrenaturales que intervengan en los procesos mentales humanos. Así, el primer error para no comprender el fenómeno religioso es pretender que el ser humano alcanza una cierta capacidad de reflexión y sabiduría en determinado momento de la historia en el que está muy evolucionado. En realidad, el sentimiento religioso procedería de las funciones cerebrales del ser humano y está muy condicionado por la materia; la mente, si bien es solo una parte del cuerpo humano, es sutil y compleja, todo parte de ella. Hay que tener en cuenta también que la mente tiene dos rasgos principales: por un lado es dinámica y creadora, pero por otra también cumple una función archivadora o conservadora.

Lo que Puente Ojea considera es que cuando nacen las grandes religiones, ya se había producido ese proceso de dualidad antropológica, que en ese momento ya está proyectado hacia el cosmos y quiere adoptar entonces cierta especulación de apariencia lógica. Sería esto lo que explica la perdurabilidad de las religiones, seguimos viendo en sociedades condicionadas por ese dualismo que cree en un mundo de almas y espíritus; es algo que ya la ciencia ha eliminado de raíz, explicando las cosas por otra vía totalmente contraria a esa ilusión de tipo antropológico. De esa manera, vivimos en una civilización en el que la religión, algo que podemos extender a todo tipo de creencias sobrenaturales, tiene todas las de ganar, ofrecen todo por nada, como puede ser la inmortalidad; son creencias muy rentables y baratas. Esta lógica religiosa llega incluso a impregnar de tal modo el razonamiento humano, que algunos creyentes invierten la cuestión acusando de dogmatismo a aquellos que simplemente no entran en la falacia de tener que demostrar la afirmación negativa. No puede demostrarse que existe Dios, y lo mismo a la inversa; póngase en en lugar del ser supremo cualquier entidad sobrenatural que se quiera. Desde ese punto de vista, no habría en nuestra opinión que entrar en el juego de agnosticismo y afirmar sin tapujos un naturalismo claramente ateo. Es más, respecto a la idea tradicional de Dios puede decirse que la posición agnóstica es más bien irracional, ya que los rasgos que se le atribuyen son claramente contradictorios.

martes, 15 de abril de 2014

Combatiendo el dogma

La palabra "escéptico", empleada peyorativamente por algunas personas de afán dogmático, es a nuestro parecer hermosa. Su origen está en la Antigua Grecia y viene a significar algo así como "el que mira o examina cuidadosamente"; se puede decir que el fundamento de la actitud escéptica es la cautela, la circunspección. El escepticismo se convirtió en doctrina filosófica, de enorme valía en nuestra opinión para combatir todo dogmatismo, con un aspecto teórico, que afirma que no hay ningún saber firme ni una opinión absolutamente segura, y una vertiente práctica, que se niega a adherirse a ninguna opinión en base a lo que se llamó la "suspensión del juicio".

Como declara el periodista científico Mario Bohoslavsky en una especie de manifiesto escéptico, es inadmisible que la razón admita como cierto algo porque esté repetido hasta la saciedad -eso nos lleva a una famosa sentencia de un ministro nazi- o por su aceptación por mucha gente o porque lo afirme gente aparentemente ilustre. El camino de la lucidez siempre es más duro, menos transitado, obliga a detenerse ante cualquier afirmación, a ir con más lentitud y a examinar constantemente.
Se puede decir que lo contrario del escepticismo es la credulidad, la aceptación de la verdad sin ningún análisis, bien por falta de preparación intelectual, desidia, comodidad, respeto a la autoridad -sea cual fuere, muchas veces revestida de preparación técnica o científica-, respeto a lo establecido, entre otras razones. Desgraciadamente, algunas viejas supercherías se mantienen con otra forma, adaptadas a los nuevos tiempos -un tiempo en el que los valores de la Ilustración quizá no hayan triunfado o hayan fracasado en muchos aspectos-, y siempre encontramos embaucadores dispuestos a jugar con la buena fe de las personas, disfrazados muchas veces de científicos, utilizando un lenguaje técnico en su afán de adhesionarse el mayor número de personas.

Bohoslavsky habla de escépticos pasivos, que sonríen con desdén ante la estupidez de personas crédulas, y de escépticos combativos, que actúan contra el oscurantismo, desafían a los profesionales de la mentira con sus propios puntos de vista escépticos y no piensan que la gente sea tonta, sino que está desinformada. Nosotros apostamos por un escepticismo activo y, desgraciadamente, nos encontramos constantemente con personas que han abrazado "su" verdad y son incapaces de escuchar un posicionamiento crítico, de aceptar la condición seudocientífica de lo que afirman -al margen de su "validez" empírica, tal vez para ellos y para otras personas- y de entender que nada más lejos de nuestra intención que señalar su ignorancia o estulticia o de caer nosotros mismos en el dogmatismo en nuestro afán escéptico -este punto también se ha discutido en la historia del pensamiento, pero creemos que, a estas alturas y con las ideas claras, corresponde más al juego filosófico que a la realidad práctica-. Muchas de estas creencias -atentos a las sabidurías orientales tan de boga hoy en día- pueden tener una base verdadera, con cierta tradición filosófica, en el estudio de la naturaleza y el ser humano, pero el problema lo encontramos en su conversión en dogma, en que se planteen interrogantes que corresponden al terreno de lo sobrenatural y desemboquen en algo parecido a una religión, en que se acepte la seudociencia, lo paranormal, como una ideología y filosofía vital, y se acepte una supuesta "verdad" -en la religión tradicional sería revelada, en este caso la finalidad será parecida, de base falsamente natural o científica- que impide el progreso y el pensamiento crítico. No queremos confundir ni contraponer la tolerancia que se pueda tener hacia la búsqueda de salud o de alguna suerte de consuelo, que puedan buscar las personas en ciertas doctrinas o terapias alternativas, con un fuerte compromiso con una búsqueda del conocimiento que amplíe el horizonte del saber y una práctica vital coherente, la superstición siempre es dañina.

Anécdotas en nuestras vidas, donde personas presuntamente ilustradas se indignan dogmáticamente ante las dudas y preguntas que realizamos ante sus "verdades" encontradas, obligan a ese compromiso con el escepticismo. El problema no radica en que las personas practiquen lo que les venga en gana que les pueda reportar una serie de beneficios, el auténtico problema -y algo de pena diríamos- viene si las personas acaben creyendo científicamente que pueda existir energía negativa y positiva -el reiki es un ejemplo, pero podemos encontrar algo similar en el feng-shui o en el tai-chi, originados en China y que buscan la canalización de energía en el espacio y en el cuerpo humano, respectivamente-, una especie de conexión energética entre los seres vivos y que algunos "expertos" pueden manipular esa energía en bien de sus semejantes -y más irrisorio aún, la posibilidad de hacerlo… ¡a distancia! La lista de psicologías alternativas que poco o nada tienen que ver con el estudio serio de la mente es interminable. La terapia de regresión, por ejemplo, parece que tiene un origen sicoanalítico y pretende acceder a experiencias pasadas para poder cambiar contenidos de tipo inconsciente de nuestra mente que pueden ser causa de males actuales; los críticos de esta técnica afirman que los recuerdos pueden estar inducidos por la misma terapia, en lugar de ser inconscientes, tal y como ha demostrado múltiples veces la Psicología Cognitiva. Mencionamos esos casos, ya que nos resultaron cercanos con anécdotas en las que los escépticos pasamos por cerrados de mente ante cosa que consideramos sin ningún fundamento científico y con una cuestionable base empírica..

En el Mundo Occidental se puede decir que se vive una época de retroceso de la razón, el oscurantismo gana posiciones y las creencias son cada vez más anticientíficas y antirracionales. Puede afirmarse sin ambages que la sociedad española se caracteriza por una pérdida de formación cultural, por su escasa preparación científica, donde los medios no solo no divulgan el conocimiento sino que abundan en la especulación absurda y en datos acientíficos. Programas de gran éxito en los mass media divulgan sin pudor auténticas imbecilidades especulativas en lo paranormal, sin el menor análisis racional que actúe de balanza y presentados con cierto atractivo esotérico para que atraiga el morbo de la audiencia. Ya Hume afirmó hace tiempo, de manera brillantemente sencilla, que "las afirmaciones extraordinarias necesitan pruebas extraordinarias". Se puede extender lo mencionado anteriormente a la política y a los problemas sociales, con puntos de vista limitados, excesiva subjetividad -con todo lo que tiene de delicada tal afirmación, somos conscientes- y, finalmente, de clara manipulación. La mayoría de los medios produce programas incalificables: ocultismo, astrología y, en general, pseudociencia de toda índole, el falseamiento de la realidad más evidente que alimenta la ignorancia. A pesar de algunos, podemos considerar la historia también como una ciencia y observamos también como pseudoprofesionales manipulan los datos históricos por su propio beneficio y, entonces, la escasa memoria que poseen las personas jóvenes se encuentra además pervertida.

sábado, 5 de abril de 2014

¿Natural versus químico?

Tratamos de señalar en la entrada de hoy la falsa oposición entre químico, malo, y lo natural (o ecológico), bueno; pensamos sinceramente que no hay que realizar tal simplista asociación. Posiblemente, el antagonismo más aproximado sería entre lo natural y lo sintético, y tampoco podemos decir de forma obvia que uno u otro sea necesariamente bueno o malo.

Con frecuencia, hemos escuchado esa oposición entre lo "natural" y lo "químico" con la habitual apología de lo primero frente a lo segundo en aras de llevar una vida sana. No debería hacer falta aclarar que se trata de un antagonismo totalmente falso llevado hasta la exacerbación por nuestros amigos los practicantes de remedios "alternativos". La química no es algo artificial y peligroso, muy al contrario, se encuentra en todas partes. El profesor James Kennedy lo ha explicado muy bien mediante una serie de carteles en los que muestra como productos naturales perfectamente saludables están compuestos de mucha química.
Veamos las palabras del propio Kennedy (que, esperamos, no esté a sueldo de las multinacionales):
Quería erosionar el miedo que muchas personas tienen a los ‘químicos’, y demostrar que la naturaleza hace evolucionar compuestos, mecanismos y estructuras mucho más complicados e impredecibles que cualquier cosa que podamos producir en el laboratorio”.
La química ha sufrido de una imagen negativa en los últimos años. Los pesticidas, los venenos, las drogas y los explosivos parecen dominar la percepción que tiene el público de la química, mientras que las otras ciencias son vistas bajo una luz mucho más positiva. Esto se debe principalmente a que la química carece de un profesor público carismático como David Attenborough o Brian Cox, que actualmente inspiran a los alumnos a entrar en la biología y la física, respectivamente. La química sólo tiene a Walter White, de Breaking Bad, y le ha hecho mucho daño al ramo.
Estos carteles pretenden mostrar que la química no es artificial y peligrosa, sino que es natural y está en todas partes. La química de los objetos divertidos, amables y cotidianos como los plátanos es más complicada y más fascinante que la de, digamos, una bomba. 
Para este tipo de aversión a los productos químicos, que ya hemos visto que también son perfectamente naturales, se ha acuñado el término quimiofobia (es un neologismo no aceptado por la Rae, lo hemos comprobado; nosotros somos así en el uso del castellano). No estamos tampoco muy de acuerdo con la popularización de estos vocablos, que más bien parecen estigmatizar y convertir en una patología lo que puede ser perfectamente explicable en términos simplemente más lógicos: tiene el ser humano cierta querencia por los discursos tranquilizadores y, además, unos sesgos cognitivos de aquí te espero.
En los últimos años, existen muchas corrientes críticas con la industrialización, y no dejamos de darles la razón en muchos casos. Sin embargo, esa razonable crítica a algunos aspectos industriales deshumanizados y agresivos con el medio ambiente, por la obvia búsqueda de beneficio de un capitalismo que nos trae demasiadas crisis de todo tipo, no debe llevarnos al delirio conspiranoico. Es decir, el hecho de que estemos algo indefensos frente a la industria alimentaria no supone que exista una gran conspiración para envenenar a la población mediante la utilización de tóxicos en los alimentos. Por otra parte, el que queramos cambiar el sistema no debería hacernos caer en la la creencia en supuestas arcadias felices del pasado, en una supuesta era en la que humanidad vivía más saludablemente en contacto con la naturaleza (esto no solo suena algo ridículo de entrada, sino que no hay evidencia alguna al respecto); hay que mirar al futuro aprendiendo del pasado, no quedándonos prendados con una falsa idealización. Espero que lo hayamos dejado claro, huyendo de la polarización de una u otra posición extrema e irracional: cuestionable querencia por "lo natural" versus acrítica aceptación de lo industrial.

Volvamos al asunto de la falaz oposición entre química y naturaleza. No parece tenerse en cuenta que gran parte de las sustancias nocivas tienen un origen totalmente natural; las plantas que recogemos en el campo tienen multitud de compuestos que desconocemos y no sabemos tampoco en qué proporción se encuentran. En cuanto a los alimentos, por muy ecológicos que nos los quieran presentar, tienen igualmente cientos de compuestos sobre los que sabemos más bien poco; como se insiste, el metabolismo de cualquier célula es de gran complejidad y no todos los compuestos están caracterizados. El problema es que, efectivamente, tenemos una gran desinformación y nos mostramos indefensos frente a tanto mercader (de lo oficial y de lo alternativo); el remedio frente a ello no es creer en teorías simplistas que nos tranquilicen mediante alguna suerte de placebo (aunque, en esta ocasión, cuestionablemente inocuo), sino la permanente búsqueda de conocimiento veraz y de evidencia científica.
El problema de buscar causas cuestionables en los numerosos problemas presentes en la sociedad (patologías de todo tipo y muchos otros, que podemos extender a lo social) es que tendemos a elaborar una red alarmista que desinforma aún más y evitamos buscar las causas reales..